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Desde París

Pulso

Pulso

Del latín "pulsus", y según la RAE: "Latido intermitente de las arterias, que se percibe en varias partes del cuerpo y especialmente en la muñeca". Y también: "Seguridad o firmeza en la mano para ejecutar una acción que requiere precisión".

En principio, mis tiros, o sea esta crónica, van por los derroteros de la primera acepción, pero en el sentido más coloquial de " tomar el pulso", de ver cómo está la situación.

Pues bien, llevo un mes de vuelta en París tomando el pulso a la capital, - a Francia en general- y en ocasiones tengo la impresión de que aquí, pese a haberme ausentado durante casi medio año, no ha pasado nada. Un nada siempre relativo, y como muestra ahí están las exposiciones del otoño con Toulouse-Lautrec en el Grand Palais, Francis Bacon y su tormentosa relación con la literatura en el Pompidou, y el genio de Da Vinci en el Louvre, faltaría más. Pero, en realidad, exceptuando esos soberbios guiños culturales, el resto del panorama socio-politico está de foto fija.

Por ejemplo, cuando ustedes lean estas líneas, los chalecos amarillos estarán celebrando el primer aniversario de su revolución intermitente. Si llevo bien la cuenta, ayer, sábado, se vivió el acto 53. Por razones obvias, no tengo dotes adivinatorias (escribimos en diferido, por adelantado) y no puedo entrar en valorar el impacto de la celebración. Ya que a pesar de la evidente pérdida de impulso de este movimiento en los últimos meses, -muchos daban por hecho que no superaría el verano - la verdad es que de un modo testimonial ahí siguen, echándole un pulso a Macron.

Un Macron que sigue en sus trece, aplicando las reformas prometidas sin que le tiemble el pulso y abordando ya el paso del ecuador de su mandato. Y aunque podríamos decir que con el tiempo se perciben ligeros cambios en la forma, en la comunicación, en la manera de dirigirse a sus conciudadanos (casi escribo "al pueblo"), estos no han afectado al fondo, aplicar el programa a rajatabla. Y ustedes me dirán, ¿para qué cambiar? Si, salvo el movimiento amarillo, la oposición no existe: la derecha está aún reinventándose, en fase de reconstrucción; suenan nombres, François Baroin, Xavier Bertrand, pero el camino se antoja largo. De la izquierda mejor no hablar, Mélenchon y sus insumisos andan perdidos, dando bandazos sin rumbo fijo, hoy contra la "islamofobia" cuando ayer atacaban a las portadoras del cuestionado velo. Y ¿qué decir de los socialistas? Un desierto. Hollande como Atila, lo arrasó todo en su paso por la presidencia, hasta tuvieron que vender la mítica sede del partido en Solferino. Mientras, la extrema derecha -que estuvo manipulando en la sombra los hilos de los chalecos - tras fracasar en la calle y no dar la talla en el congreso, vive tan solo pendiente de un nuevo asaltado al poder, soñando con las próximas presidenciales.

Quizás por ello hasta en los canales "oficiales" de la revuelta amarilla, pese a incitar a tomar la calle durante este fin de semana para una "digna" celebración del cumpleaños, conscientes de que han perdido tirón, anuncian ya que secundarán la huelga general convocada por la mayoría de los sindicatos el próximo 5 de diciembre. Una huelga que tiene su origen en la controvertida reforma de las pensiones y que, según el seguimiento, puede revertir en un cambio en la situación. Las pulsaciones de Macron pueden dispararse hasta niveles alarmantes al ver su programa frenado de golpe a mitad de la legislatura. Si pierde el envite el resto de su quinquenio será "tiempo basura".

Por si acaso, ojo al dato, si tienen previsto acercarse a París durante el Puente del 6 al 8 de diciembre, ni se les ocurra viajar el 5, la metrópoli estará colapsada.

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