—¿Qué tal, don Pedro?
—Presidiendo como un loco.
—NO, si ya... eso lo está haciendo de vicio.
—Como dice el refrán: Para el tiempo que me queda en el convento, me cago dentro.
—Eso es bastante ordinario.
—Coherente con la clase política a la que pertenezco.
—Oiga, ¿y no serán demasiadas elecciones seguidas?
—Yo quería hacerlas juntas. ¿Se imagina? En Canarias y en las islas esas en las que usted vive habría que poner seis urnas. Es genial.
—Por cierto, ¿por qué nos tratan así a los ciudadanos de Balears en materia de inversiones del Estado?
—Pues porque no hay ninguna necesidad de pensar en ustedes. Y en sus representantes todavía menos.
—Pues en su partido tenemos un senador muy influyente: Xisco Antich, y un diputado muy importante: Pere Joan Pons.
—No sé de quiénes me habla. Pero si usted dice que son importantes€ Seguro que les estamos pagando bien.
—Xisco Antich, el que se marchó para no votar afirmativamente la aplicación del artículo 155...
—¡Ah! Ése. Muy influyente, sí.
—Finalmente, ¿convoca usted elecciones mañana o no?
—No se lo voy a decir. Primero tengo que tomar la decisión en firme y luego desdecirme cuatro o cinco veces.
—La verdad, es que a veces se lo pone usted a huevo a Casado y a Rivera...
—Es que a esos dos, si no se lo pones fácil...
—Su señora de usted, hablando de otra cosa, la ha colocado muy bien.
—Genial, ¿verdad? ¡Está más contenta! Eso sí que es importante, tener a la familia relajada y alegre. No hay nada que pague eso, como bien saben todos mis compañeros de partido.
—Será compañeros y compañeras...
—Eso.
—Y si le echan de La Moncloa y usted dimite, ¿a qué se va a dedicar?
—No dimito. A mí la política me apasiona...
—Huy, ¡cómo me suena eso!
—Es lo que decimos cuando no tenemos donde trabajar.
