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Desde Francia

El ciclismo: deporte rey en Francia

Trouée d'Arenberg, zona de pavés.

Eddy Merckx, Bernard Hinault, Pedro Delgado, Miguel Induráin, Jan Ullrich, Marco Pantani, Lance Armstrong, Alberto Contador€ una lista interminable de nombres con un denominador común: el ciclismo. Como amante del ciclismo, el vivir en Francia durante estos últimos 5 años me ha permitido vivir de cerca esta gran fiesta del deporte.

Mis primeras vivencias remontan a abril del 2014, fecha destacada por la celebración de la reina de las clásicas, la París - Roubaix (1896). Yo y mi compañero de vida, también devoto de la bicicleta, al igual que muchos belgas y franceses, peregrinamos hasta la Trouée d'Arenberg (km 166) tramo de pavés de 2400 m de longitud y calificado con 5 estrellas, es decir, nivel más difícil.

Hay que ser previsor, llegar entre 2 y 3 horas antes de la hora de paso para poder disfrutar del ambiente y coger un buen sitio. Al llegar al pueblo de Wallers donde se encuentra este segmento, te cruzas con las antiguas Minas de carbón de Arenberg y justo al lado el comité de bienvenida: todo el pueblo volcado con esta prueba deportiva. Ese día el pueblo cambia su traje cotidiano por un maillot: estantes de venta de material deportivo y publicitario, food trucks ofreciendo comida rápida y la bebida preferida de los norteños (cerveza), carpas de las marcas que patrocinan esta prueba€ y todo alrededor de incontables sillas mirando a la gran pantalla que televisa el evento en directo. ¡Esto SÍ es vivir el deporte! Tras entrar en calor con este ambiente de locos nos adentramos al segmento ciclista. Un palco de lujo para disfrutar del espectáculo, primera fila al lado del pavés o si quieres disfrutar del paso desde arriba varios puentes que admiran el desfiladero forestal desde arriba. Es todo muy rápido, así que es importante estar preparados para absorber esos pocos minutos. Y ahí van, entre el primer y último ciclista cinco minutos de gritos de apoyo desatados y de euforia. A esa distancia eres capaz de apreciar el sufrimiento de cada ciclista, el barro cuando se levanta y hasta sentir cada golpe de pedal. Todo un espectáculo en vivo.

Pocos meses antes habíamos estado en el mismo lugar, soñando que éramos ciclistas profesionales, y pasando a duras penas esos escasos 2500 m a 14km/h como si cada bloque de pavés fuera una montaña a saltar. Los valientes que vimos en directo eran capaces de atravesar ese estrecho a más de 30 km/h. ¡Increíble!

Un año más tarde, durante la celebración del Tour de France (1903) en el 2015, tuvimos la suerte de vivir una llegada de etapa en la ciudad en la que estábamos, Cambrai. Pudimos rascar unas horas de trabajo lo que nos situó bajo el arco de meta para admirar la llegada de esta 4ª etapa del Tour con Tony Martin como vencedor. No os imagináis el esfuerzo logístico y financiero que supone asumir un final de etapa para una ciudad, hasta a mí se me escapa.

El deporte mueve masas, todos somos conscientes. En Francia, el ciclismo no solamente mueve a un país; sino al mundo entero.

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