La fiesta del nacimiento de Jesús no estaba incluida, en los primeros siglos de la cristiandad, en el listado de efemérides religiosas y los fieles celebraban la Epifanía (los Reyes) y no el natalicio que, por otra parte, algunos teólogos situaban entonces hacia el 25 de mayo y no en diciembre. Fue el papa Julio I quien solicitó en el año 350 que la festividad se situara en esta fecha, algo que el siguiente papa decretó cuatro años después. La intención era clara: cristianizar una fiesta pagana entre otros motivos, para facilitar que los romanos pudieran convertirse a la nueva religión sin abandonar sus antiguas festividades; para ello fue suficiente con cambiar el signo de las mismas. Quizás la conversión al cristianismo de Constantino I el Grande influyera en esta decisión.
Con el tiempo va perdiendo el sentido religioso en beneficio, casi exclusivo, del comercial. Pronto se relacionó la Navidad con la buena mesa.