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Oblicuidad

Bertolucci descubrió a Francis Bacon

Bertolucci descubrió a Francis Bacon

No me hablen de la importancia cenital de El último tango en París, la película que mató a Maria Schneider, confiesen la última vez que vieron la película entera. Llamamos clásicos a los productos artísticos que no necesitamos revisar para colocarlos en un pedestal, el resto es cultura popular. Sorprende sin embargo que los espectadores residuales de aquella cinta mantecosa consideren que están aplaudiendo a Bernardo Bertolucci, o a un Marlon Brando europeizado, cuando en realidad atienden al descubrimiento masivo de la estética de Francis Bacon.

El cineasta no ocultó jamás su deuda con el pintor, de quien tomó los dos retratos distorsionados que abren El último tango. Desgarró unas pinturas basadas en la aberración del rostro humano, pero la injerencia de Bacon desbordaría el rango decorativo, por utilizar una palabra que detestaba singularmente. El rodaje en París en 1971 coincidió con una retrospectiva del artista inglés en el Grand Palais. El director y su estrella visitaron juntos la muestra, una experiencia que modificó en lo fundamental la concepción de la película. Durante todo el rodaje, Bertolucci se encargó de que Brando tuviera al alcance de la mano el catálogo de la exposición. La influencia desbordaba así el impacto psicológico, para convertirse en un influjo permanente.

Los tonos anaranjados, la gabardina inconfundible de Brando, o su grito en sintonía con los alaridos de Inocencio X, sellan la fraternidad visual entre ambos creadores. Además, Bacon aportó su cuota inevitable de sordidez al rodaje. En vísperas de la inauguración parisina, su amante de turno George Dyer falleció de sobredosis en el cuarto de baño de la suite donde se alojaba junto al pintor. ¿Se puede imaginar una escena más Último tango? Y en efecto, también la esposa del protagonista de la película, Rose, se corta las venas.

La incorporación de la cacharrería estética de Bacon conllevaba la adaptación de su esencia, así de poderosa resulta su imaginería. El sadismo del director y de Brando con Schneider, a quien no avisaron de la dimensión de la penetración anal que hoy define a la película, también refleja a Bacon en persecución infinita "del Nietzsche del equipo de fútbol", para recibir gustoso una paliza de su galán y gañán.

Tras parasitarlo, Bertolucci proyectó a Bacon a una dimensión de la que carecía. Cimentó el status actual del pintor, en la estela de sus admirados Miguel Ángel y Picasso. Estamos así listos para el siguiente capítulo: ¿Cuál es la influencia decisiva de Bacon en Hannibal Lecter? (Pista: Recuerde la jaula que acomoda al caníbal).

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