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Mallorquines por el mundo

Desde Francia: Una Pascua en la Somme

Joan Rigo es profesor de Historia y navegante. Reparte su tiempoentre París (en invierno) y Atenas (en verano).

Soldados británicos en la batalla del Somme.

Les escribo desde la Somme. Concretamente desde Berteaucourt-lès-Thennes, mucho nombre para un pueblo muy pequeñito, muy verde y muy tranquilo. Dos afluentes de la Somme, la minúscula Luce y el ya más caudaloso Avre, sin H, riegan un paisaje rural de dulces lomas, suaves relieves, campos sin fin entrecortados por bosques puntuales. Retrato bucólico de una región poco conocida, visitada únicamente por sus cementerios. Infinitos camposantos, silenciosas y humildes parcelas pobladas de simples cruces blancas, memoriales de la Primera Guerra Mundial. Cien años en noviembre.

Un siglo para el recuerdo de una de las mayores carnicerías de la Gran Guerra. Seguro que si les hubiera dicho Verdún probablemente otro gallo hubiera cantado. Pero resulta que al norte de las trincheras de Verdún, a la sombra de aquella estática e interminable contienda, se cocinó la batalla más sangrienta del tremendo episodio bélico que desgarró Europa a principios del -ahora parece tan lejano- siglo XX. En un marco reducido al este de Amiens, un triangulo en torno a Albert con la Somme de por medio, se desarrolló la ofensiva británica. La entrada en combate de la llamada Nouvelle Armée creada por Lord Kitchener, y compuesta por voluntarios de distintas nacionalidades del ámbito comunitario anglosajón como Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Sud África. El objetivo era abrir otro frente apoyando a las tropas francesas, encalladas en Verdún, con la intención de provocar la retirada de los alemanes hacia Bélgica. Ese era el plan, luego todo se torció y desde entonces la batalla de la Somme quedo tristemente asociada a otras dantescas historias bélicas.

Sin abrumarles con cifras, solo recordar que en el primer día de la contienda - un diáfano día de verano en palabras del poeta Siegfried Sassoon -un 1 de julio de 1916- murieron cerca de 20.000 hombres de las tropas aliadas. Y durante los cinco meses que duro la ofensiva las pérdidas se elevaron a más de un millón, sumando ambos bandos, entre muertos y desaparecidos. Fue en ese terrible escenario donde un joven Robert Graves, teniente del 2° escuadrón de los Fusileros Reales de Gales, cayó herido, con un pulmón perforado por la metralla de un obús, y fue dado por muerto. Rocambolesca historia con final feliz ya que don Roberto -como le conocían en Deià- pudo contarlo en el autobiográfico Adiós a todo eso. En esa ópera prima, publicada en 1929 -a título de despedida de lo que hasta entonces había sido su mundo- rememora, en parte, la terrible experiencia, la vida en las trincheras y la barbarie de la guerra. Lo que sigue es ya conocido: Siguiendo los consejos de Gertrude Stein, busca refugio en Mallorca y encuentra su paraíso en Deià, donde pasará el resto de su vida -salvo el paréntesis provocado por la Guerra Civil- dedicado a la escritura. La poesía como eje de su existencia y la prosa, novela histórica y mitología, como modus vivendi, protegido e inspirado por la Diosa Blanca bajo el magnetismo del Teix.

Como pueden imaginar, mi estancia en la Somme propició mi visita a diversos escenarios de la célebre contienda, memoriales y museos. Pero todo se complicó cuando quise dar con Raven Wood -en el texto original de Graves- traducido al francés como Le bois des Freux; el lugar donde, cuenta, cayó herido. Nada, cero mención, ni en los numerosos planos con las líneas del frente, trincheras, ni en las cartas topográficas. Hasta que un amigo local, Jeanneau, cazador por más señas, me dijo que lo de Freux es un topónimo utilizado comúnmente para nombrar las zonas boscosas donde anidan los cuervos y las cornejas. Aclarado el tema, llegué a la conclusión de que el bosque citado por Graves forma parte del Bois des Fourcaux, High Wood para los británicos. Una colina ventosa, cerca de Longueval, un apacible pueblo donde cada año se celebra una ceremonia en recuerdo de los 100.000 hombres de las tropas aliadas que perdieron aquí la vida.

Y tras tanta muerte, ya solo me queda espacio para desearles un feliz domingo de Resurrección. Buena Pascua!

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