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Memorias de la cocina

Cocina pobre, auténtica y sabia

Cocina pobre, auténtica y sabia

Tras las fiestas, nos acordamos de la tópica cuesta de enero, aunque cuestas difíciles de superar, las haya todo el año. Hacemos entonces memoria del valor de los ingredientes considerados poco relevantes y viajamos -quizás a través de la nostalgia- por nuestra cocina pobre y genuina en busca de soluciones.

Detrás de cada una de las recetas que hallamos año tras año, pueblo a pueblo, laten pequeñas historias de gentes generalmente modestas y poco conocidas, que nos restituyen en parte la amnesia gustativa que nos invade. En nuestra cocina existen sin duda grandes y sabrosas recetas, muchas de las cuales han aparecido en esta misma página. Aunque la suculencia sea un valor relativo, como demostraba el Marqués de Vivot cuando prefería escaparse de su lujoso comedor y de una cocina sofisticada para comer con los payeses de su finca de Sant Martí.

Nuestra cocina pobre sabía darle otra vuelta de tuerca a la austeridad, como lo prueba la imaginativa cocina eremítica y la de nuestras abuelas, que del sobrante de una receta humilde, unida a unas hierbas aromáticas o a pequeños golpes de ingenio, lograba un nuevo plato, atractivo y apetitoso. Nada en ella es banal ni busca fuegos de artificio. Lástima que muchas de aquellas mujeres fueran analfabetas y no pudieran dejar escrito el legado de sus pequeños secretos, porque su sabiduría es sin duda, el mayor tesoro.

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