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Tribuna: El problema no es el turismo, somos nosotros, por Juan Mateo Horrach

Llevamos tiempo enredados en la discusión de si hemos llegado a la saturación, de si los turistas son un problema, de si debemos limitar el número de plazas turísticas disponibles y de muchas otras cuestiones similares. El año pasado ya nos manifestamos al respecto y no vamos a insistir en ello. Por otra parte, el panorama no ha cambiado sustancialmente respecto de hace un año. Simplemente, se habla interesadamente más de ello por distintas razones e intereses, a veces contrapuestos.

Desde nuestro punto de vista, el problema fundamental que debe afrontarse urgentemente es la creciente reducción del PIB per cápita en las Baleares y su distribución entre el conjunto de la población. Un escalofriante 15 % en los últimos 15 años, aproximadamente, frente a aumentos del 10 % en el resto del Estado. Ya no digamos frente a los países más punteros de Europa.

¿Qué podemos decir?, ¿Tan mal lo hacemos aquí? ¿Podemos hacerlo mejor? En mi opinión, sí.

Es cierto que la población ha aumentado en estos 15 años como no lo ha hecho en ninguna otra parte de Europa, cerca de un 30 % respecto de principios de siglo, en su mayoría con poca o nula capacitación profesional, y por tanto con poca aportación de valor añadido, y que, al aumentar el denominador, automáticamente reducimos el resultado medido. Pero esto no lo explica todo, ni mucho menos.

La mayor parte de la explicación, y por tanto la responsabilidad, tenemos que buscarla en nosotros mismos. Todos: empresas, profesionales, asalariados, directivos, tenemos nuestra parte de culpa. Por hacer o por no hacer. Por trabajar mal, por no aplicar las buenas prácticas empresariales, por no tomarnos en serio el trabajo día a día, por no formarnos mejor de verdad, no acumulando cursos en los que asistencia es igual a diploma y puntos para mejorar salario. Hay mil razones que todos deberíamos preguntarnos y respondernos sinceramente.

Pero la palma, sin ninguna duda, se la lleva el sector público en su conjunto. Auténtico elemento distorsionador, dificultativo y a veces hasta impeditivo; en ningún caso facilitador de una mejora cualitativa tan necesaria.

El sector público de nuestra comunidad es una auténtica máquina de creación de pobreza. Ahuyenta multitud de proyectos, cuyos promotores desisten tras años de esfuerzos previos para irse a otros entornos más benignos para la creación, no aprovecha oportunidades por su propia incapacidad de liderazgo, y lo peor de todo, contribuye a mantener un ecosistema socioeconómico ideal para seguir empeorando.

No es solamente un problema de malos políticos. Es todo el modelo de gestión pública. Desde los sistemas de promoción del personal, los procesos de control interno, la formación, la estructura organizativa, los mecanismos retributivos de políticos y funcionarios, la normativa de función pública, las compatibilidades, la ausencia de motivación, todo.

Se puede, y se debe, proceder a una revisión selectiva del tamaño del sector público en nuestras islas, eliminando actividades duplicadas, innecesarias, solapadas que, en lugar de sumar, restan, y aumentando otras que puedan crear efectos multiplicadores positivos, especialmente en las áreas de bienestar social, medio ambiente, investigación, desarrollo e innovación.

Así, deberíamos ser capaces de crear el entorno propicio para que algunas brillantes ideas que circulan por la mente de personas con gran capacidad creativa, pudieran plasmarse efectivamente en Baleares en lugar de hacerlo en otro lugar del mundo, y permitir el desarrollo de nuevas empresas. Argumentos para hacerlo no faltan, y personas dispuestas a crear tampoco. Es necesario romper la barrera del actual ecosistema, que nos está conduciendo inexorablemente a la pobreza, y que nos situará en este mismo siglo en el tercer mundo si no cambiamos el paradigma.

No podemos fiarlo todo a la temporada turística, porque ya hemos comprobado hasta la saciedad que no es suficiente. Que vampiriza todas nuestras energías y recursos naturales y materiales a cambio de un raquítico y decreciente rendimiento para el conjunto de la sociedad balear, que asume una serie de externalidades derivadas de la mayor explotación de los recursos. Que, en los últimos años, con temporadas excelentes de precios, visitas y ocupación, hemos seguido cayendo por la pendiente, con porcentajes sonrojantes de personas en la pobreza, que han perdido su trabajo y su dignidad a pesar de todos sus esfuerzos, y lo que es más significativo todavía, familias que aún con trabajo, no pueden mantenerse a un nivel de vida mínimamente decente.

A esa temporada turística, que no podemos de ninguna manera desdeñar, pero sí mejorar, debemos añadirle múltiples complementos, dentro de la propia actividad turística, que mueve ya el 10 % de la economía mundial, y en otros sectores de alto valor añadido que permitan invertir esa tendencia tan nefasta. Hay que recuperar sectores industriales en los que podamos competir, así como posicionarse en la industria 4.0, que ya no necesita tanto de economías de escala sino de talento y trabajo con elevado contenido, buscando sinergias con nuestra primera actividad y con nuestros puntos fuertes.

Todo ello es posible y factible; y no estrellarse contra el sistema hasta el punto de desistir, para probar e incluso triunfar en otro sitio.

En Balears hay mucho talento; de gente de aquí y de gente venida de todas partes del globo que ha propiciado la constitución de una sociedad multicultural de gran riqueza social. El entorno natural es inmejorable, y hemos conseguido posicionarnos, a veces a pesar de nosotros mismos, en el mapa mundial. Ahora debemos dar el salto, y pasar a una nueva economía, competitiva, abierta, verde y productiva, que cambie radicalmente nuestra situación, en especial erradicando la pobreza, y nos convierta realmente en el último paraíso en calidad de vida para todos.

*Ingeniero industrial

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