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Oblicuidad

Daniel Day-Lewis mejora sin Oscars

Daniel Day-Lewis mejora sin Oscars

El New York Times decretó recientemente que la mejor película del siglo XXI es There will be blood, la epopeya de petrolatría protagonizada por Daniel Day-Lewis. Le valió un segundo Oscar pero, con todos los respetos, es una superproducción pretenciosa, vocinglera y hueca. Todo escritor estadounidense ha de escribir la gran novela americana, y todo cineasta de dicho país ha de rodar su particular Ciudadano Kane. A cambio de la discrepancia, tiene mérito que los críticos del periódico se enfangaran en la odisea oleaginosa en más de una ocasión, con lo cortas que son las existencias humanas.

No está claro que Day-Lewis se haya sentido abrumado por la proclamación del Times, hasta el punto de haber abandonado a continuación y por segunda vez su mortificada carrera cinematográfica. En cambio, devuelve a los seguidores del londinense el peculiar comportamiento fuera de foco de un actor que rompió su relación con Isabelle Adjani remitiéndole un fax. Aquella cancelación escandalizó, aunque solo debió interpretarse como el acento del actor en no pronunciar una palabra de más. Por no molestar.

Day-Lewis se comportó como el discapacitado de Mi pie izquierdo durante 24 horas al día, mientras duró el rodaje. En el plató de Lincoln se dirigía a Sally Field como "Mary", nombre de la esposa del presidente. Estas proezas de identificación hubieran exasperado a Laurence Olivier, que le gritó a Dustin Hoffman en Marathon man si no podía limitarse a decir sus frases. Los excesos de inmersión tampoco deben impresionar al espectador, que tiene derecho a sentirse más a gusto con las interpretaciones del actor prejubilado que no requirieron de un compromiso tan superlativo.

El mejor trabajo de Day-Lewis está recogido en The boxer, el drama del púgil norirlandés introspectivo que solo desea pelearse en paz. En el mismo ámbito de cine de IRA habría que destacar En el nombre del padre, una película que abre las venas y que le supuso una nominación no confirmada a la estatuilla. ¿Perdería valor de haber ganado?

Day-Lewis mejora sin Oscars. O tal vez le dieron los Oscars equivocados. Peleaba en igualdad de armas con sus compañeros de generación hasta que sobresale en La insoportable levedad del ser, como el Tomás que se debate entre las inmarcesibles Lena Olin y Juliette Binoche. Sin incurrir en El último mohicano, donde hace el indio, debe defenderse con furia su Newland Archer en La edad de la inocencia. En cada escena parece que va a romper con Winona Ryder por telegrama.

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