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Entretiempo de silencio

Entretiempo de silencio

Bajo los labios, Mariano Rajoy tiene dientes de cremallera porque el pescador Manuel Fraga le enseñó que por la boca muere el pez (se lo enseñó como pez). El presidente del PP, que tiene rigurosamente prohibidas las moscas en su dieta, es alabado como persona dueña de sus silencios. Es más que eso: tiene todos los silencios registrados a su nombre, los invierte con riesgo alto y recoge dividendos de vida política que le permiten ver el cortejo fúnebre de sus locuaces enemigos.

"En este país, el que calla, resiste", antediría Rajoy a la frase de Camilo José Cela de "el que resiste, gana". Es posible que sus rivales estén aprendiendo de este San Sebastián asaeteado sin dolor ni gozo, último político vivo de su generación y degeneración.

Pedro Sánchez actúa como si le hubieran dicho que está más guapo callado, por eso sólo vemos en bucle su andar obama de regreso a Ferraz, el paraíso de donde fue expulsado. Su operación bikini PSOE de izquierdas le mantiene a régimen de micrófonos.

El líder de Ciudadanos Albert Rivera pone cara de normalidad para hablar de normalidad, cuidándose de decir nada que llame la atención. Pablo Iglesias, brillante conversador y astuto político gestual, anunció la moción de censura por imperativo moral contra la corrupción y desde entonces no se le ha vuelto a oír. Está ensayando ante el espejo cómo convertir otro de sus gestos políticos en un espectáculo de mimo en máxima audiencia.

En medio de este inusual silencio sólo se oye, día y noche, el coro de independentistas catalanes que repite "votar" como una onomatopeya de batracio sobre la sinfonía de podredumbre del Palau de la Música y un Jordi Pujol que ya ni dice para no hablar aquello de "hoy no toca".

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