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Desde Francia

´La Court des miracles´

´La Court des miracles´

Desde tiempo atrás ha ido propagándose por Ciutat una red de mendigos extranjeros. Todo y pese a estar en edad dorada, lozanos, robustos, vigorosos y tener unos mofletes como pelotas de tenis, este grupo de pedigüeños forasteros trabajan -aunque no tributan- en cada punto neurálgico de Palma. Como las milicias, son repartidos, ocupan sus puestos y son recogidos una vez terminada la jornada. Imagino que para estos asuntos la Policía Local ya establece unos controles, sin avisar previamente, y comprueba el estado y la actividad de cada uno. Ignoro si estos hechos son buenos, son malos, más o menos plausibles -no es mi campo-. Ahora bien, lo que sí puedo asegurar es que su modus operandi no es ni mucho menos novedoso.

Hasta finales del siglo XVIII hubo en París un rincón llamado la Court des Miracles (la corte de los milagros) donde se hacinaban los más desfavorecidos, entre ellos los lisiados que estaban abocados a la mendicidad. Este lugar quedaba aproximadamente, en la zona de Châtelet-Les Halles. Tal debía ser el profit que sacaban, que este tipo de vida llamó la atención a los precoces, provocando que llegaran energúmenos mediocres, de baja alcurnia y poca dignidad. En aras de recaudar la mayor cantidad posible de luises , francos o la moneda en cuestión, se dedicaban a fingir lesiones, cuanto más lastimosas mejor. Es decir, se dedicaban a dar pena y a vivir de ello estando en buenas condiciones. Imagínense, ¡cuantos casos Nadia había en la época!

Esta zona no tenía una reputación muy favorable y uno de los aspectos más notorios era la insalubridad del lugar. Hasta tal punto llegaba el problema que los cementerios de las iglesias estaban abarrotados de cadáveres, creando una peste general y favoreciendo la proliferación de todo tipo de males y tinieblas. Por tanto se llegó a la conclusión de que había que vaciar todos los fiambres y trasladarlos a otro lugar más alejados del centro: a las minas de Montrouge, en el sur. Hoy en día todos esos esqueletos revolucionarios, contrarrevolucionarios, barrocos, renacentistas y medievales siguen estando colocados con esmero a varios metros de profundidad. Uno desciende una larga escalera de caracol y se adentra en unos túneles claustrofóbicos donde tratan de explicarte la importancia geológica del lugar por las diferentes capas y sedimentos marinos que hay. Mientras uno sólo piensa en lo macabro de la excursioncita... Interminables pasillos llenos de osamentas discurren a lo largo de kilómetro y medio mirando atentos al visitante, pareciendo decir: Carpe diem.

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