Serpenteando por la costa de la nueva provincia de Santa Elena, al suroeste de Ecuador, se llega a la comuna Jambelí. Una población de unos 1.800 habitantes, kilómetros de playa e infraestructuras precarias. Eva Tomalá (58 años), estaba harta de ver como las mujeres tenían que trasladarse a horas de distancia para poder trabajar en el puerto de Chandui, o incluso verse obligadas a dormir en la playa a la espera de que los pescadores de la zona solicitaran su mano de obra en cualquier momento. Hace seis años, en 2008, decidió hacer algo al respecto; consiguió unos terrenos, presentó un proyecto y a través de Ayuda en Acción organizó su propia vía de ocupación. El paso adelante se tradujo en una nave a pie de arena donde dar trabajo ocasional a más de cien mujeres de comunidades aledañas (en su mayoría mujeres, pero también hombres con dificultades para la inserción laboral).

Entrar en la Envisceradora EVIPES es una experiencia sensorial. El olor intenso a sardina queda neutralizado al ver la rapidez con que las mujeres, distribuidas a lo largo de largas mesas, trabajan cada pieza. Gorra, delantal, botas y un cuchillo. Nada más. El pescado, recién capturado y entregado por el proveedor en una camioneta, entra rápidamente hasta llenar el espacio. Toca trabajar sin pausas: la pieza se coloca longitudinalmente, se escama hasta hacer saltar toda la cubierta, corte a la cola, corte a la cabeza y juego de muñeca para eliminar las vísceras. Al cubo y siguiente sardina. "Es una gran alegría haber levantado esto y seguir dando trabajo a las mujeres. Ahora somos libres, no dependemos de un varón" repite Eva, quien además administra varios negocios propios como una tiende de víveres o la cría de pollos y cerdos.

Es el empoderamiento de la mujer, la posibilidad de ingresar, de ayudar a sus familias y de sentirse capaces, aunque para ello tengan que levantarse a las cinco de la mañana "o cuando sea que llegue el cargamento de pesca", añade Shirley, su hija y encargada de avisar por teléfono cuando toca emprender el jornal. Se pagan entre 60 y 80 centávos de dólar por cada balde lleno (el precio varía según el tamaño y calidad de la sardina). De media, un día normal se salda con unos 250 cubos rebosantes, que una vez llenos se lavan con agua salada, se colocan en un camión con hielo y sal y son trasladados a una planta de enlatado.

Pero esta no es solo una historia mínima, es otro capítulo de una lista de superación femenina que no se comprende sin el papel de David Zambrano, técnico del Centro de Promoción Rural (CPR), la organización respaldada por Ayuda en Acción que actúa desde hace años sobre el terreno "de igual a igual, de una manera horizontal, casi paternalista", y a la que aún le queda una década para seguir acompañando al colectivo. De su trabajo surgió en 1998 la asociación de mujeres emprendedoras de la península de Santa Elena, MAPEL, que en menos de veinte años (los últimos seis con colaboración de Ayuda en Acción) ha conseguido aunar a 265 mujeres, repartidas en doce comités y que hasta cuentan con su propia caja de microcréditos.

Precisamente a una de esas asociaciones, a la de panificadoras, pertenece Maritza Figueroa, quien hace unos años, fallecido su marido, tuvo que dejar la costura y retomar el oficio de sus padres. Pero sin un horno ni una amasadora en condiciones, ni un amago de ayuda gubernamental, tuvo que ser el CPR, quien emprendiera, junto a siete mujeres un trabajo para capacitarlas y cohesionarlas. Maritza aún se emociona recordando su encuentro con David y su transformación en emprendedora. En unos años ha pasado de un trabajo arduo vendiendo en canastos los panes que tenía que amasar a mano y calentar a base de leña que ella misma recolectaba durante horas, a distribuir sus tortas en su propio vehículo para toda la provincia. "Al principio tuve miedo de meterme en un crédito de 5.000 dólares, pero me dije, lo voy a hacer, si trabajo lo sacaré adelante. A los dos años volvieron a darme otro" que en diciembre terminará de pagar. Ha reformado su casa, ayudado a sus hijos a seguir estudiando y dado empleo incluso "a diez personas los fines de semana".Asociadas en ´MAPEL´:

más de 200 emprendedoras han conseguido ganar su propio sueldo. Hoy tienen hasta caja de microcréditos

Un caso similar es el de Perpetua Suárez, viuda de 40 años. Sus dos hijas, de 22 y 17 años y ella, regentan la pastelería Nixón en la comuna Palmar. De pie en el obrador, están terminando una tarta con el escudo de Emelec, uno de los clubs de fútbol de Guayaquil, mientras ya piensan en la que se avecina el 29, 30, 31 de octubre y uno de enero. El Feriado de Difuntos es una de las fiestas populares más significadas en el Ecuador, y eso supone varios jornales extra para quien trabaja con la harina. Hay que preparar 3.000 guaguas (un pan dulce y alargado de unos 20 centímetros que tiene forma de persona y al que se le pintan boca y ojos) con las que acompañar la colada morada, la bebida tradicional a base de frutos rojos, espesa y servida caliente. El uno y sobre todo el dos de noviembre, es de rigor ´hacerse el muerto´ y transitar de casa en casa encabezando la visita con la frase "del cielo venimos y pan pedimos"; una especie de truco o trato pero más sabroso y abundante. El CPR la ayudó con vitrinas nuevas y una máquina para amasar de manera más rápida y segura. Desde las 5,30 de la mañana "cuando los estudiantes salen de casa", hasta las once de la noche. Es su jornada habitual.

El Centro de Promoción Rural nació en 1977 con la intención fundamental de conseguir la titularidad de las tierras para los miembros de las comunas que las trabajaban, lo que se consiguió en 1982. En el 96 entra en contacto con Ayuda en Acción, quien potenció su desarrollo a partir de diversas ayudas autonómicas. Había que darle una nueva visión de género "intentar equilibrar la desproporción y evitar la discriminación en el acceso a créditos, a la salud o a la educación" señala Zambrano, "nunca fue una propuesta sectorial sino un sistema para potenciar el protagonismo de los actores locales". Y sobre todo el de las mujeres: "responden mejor. Antes la mujer no trabajaba, sino que tenía que hacer lo que dijera el marido, que era el que ponía la plata".

Gloria Párraga es cabañera, presidenta de MAPEL y desde hace poco también de su Caja de Ahorro y Crédito. Montada a partir de una aportación de la Agencia Asturiana de Cooperación al Desarrollo y sustentada por sus propios intereses anuales (menores que los de un banco ecuatoriano al uso), la caja ofrece microcréditos de hasta 1.500 dólares. Desde octubre de 2013 hasta el pasado mes de septiembre han logrado generar más de 11.300 dólares en intereses y disponer de casi 70.000 para el préstamo.

Ella misma se benefició de uno para comprar una cocina nueva para la Cabaña de Evelyn, su restaurante de madera frente a la playa de Manglaralto. Antes trabajaba como empleada en Montañita (una pequeña localidad vecina ´colonizada´ hace una década por europeos y norteamericanos como la meca del surf en Sudamérica), "pero me cansé de entregar mis pulmones a otros. De cocinar y baldear el piso por diez dólares al día". Ahora prepara sus comidas con independencia para trabajadores y turistas de la zona. Por dos dólares y medio el almuerzo incluye "sopa, un segundo (arroz y pollo o pescado frito y ensalada) y jugo", aunque la verdadera especialidad de la casa es el arroz con camarones empanados.

En diciembre Ayuda en Acción se marcha para dejar andar solos estos y otros proyectos femeninos de Santa Elena. Una colaboración altamente satisfactoria para la emancipación de género.