Esta tarde participará en la mesa redonda que le dedican estas Converses Literàries de Formentor a Coetzee.

Me toca hablar de La edad de hierro, una de las novelas más importantes del autor. Aunque resumirlo así es algo violento, tanto para Coetzee como para todos nosotros. Es una de las voces de la descolonización está en un sitio literariamente absurdo, como Sudáfrica, que habla inglés pero también afrikaans, algo que debe ser más complicado que el holandés. Alguien que estaba fuera de los circuitos de la literatura hace 50 o 100 años -en ese momento, Francia o España estaban en la champions europea de la literatura- de repente empiezan a dar su visión y su mirada del mundo que es desplazada, mucho menos de salón que la europea, vidas más complicadas y lejanas de los centros culturales. Coetzee es un tipo que explica algo que no se había explicado nunca, sin exotismo.

Se ha hablado estos días sobre la pérdida del cuidado del lenguaje en las novelas. 

Todo libro es un artificio. A veces pensamos que las historias están por el mundo como si cualquiera las pudiera contar. Escribir es como hacer fotografías, según el ángulo de la cámara, el filtro… lo que se ve es completamente distinto. En la lengua da la sensación de que, si esto es una botella y esto un vaso, no les vamos a llamar de otra manera. Pero hay elementos que cambian la manera de contar una historia: a quién te diriges, para qué, en qué tono, todo lo que no se dice. Siempre hay una selección, no se puede trasvasar una historia al papel. Ser consciente de estos elementos y jugar con ellos para que la narración tenga más interés, sea más jugosa, es mi trabajo y el de todos los escritores.  

¿Cuál era el reto a la hora de escribir El corazón de la fiesta?

En muchas de mis novelas hay personajes femeninos pero, así como los masculinos se alejan mucho de mí, los femeninos suelen parecerse a gente de mi círculo más cercano. Así que uno de los retos era inventarme un personaje femenino Violeta Mancebo temperamento, ambición que se alejan mucho de mí. Al principio no tenía que estar en el centro de la novela, pero la tía se fue comiendo todo el relato. La literatura tiene algo de transformismo, aunque haya gente que esté todo el rato contando su vida, así que el reto era transformarme durante muchas páginas en este personaje. 

¿A quién te dirigías y por qué?

Diriges unas frases a unos y otras a otros, escribir es como ir envolviendo regalos. Además de dirigirme a mi comunidad de lectores, El corazón de la fiesta es una novela que puede leer todo el mundo porque trata temas como el dinero o la creencia de que tu pueblo es mejor que el otro. Todo se entiende, y lo que pueda perderse no ahoga el sentido del relato. También me apetecía interrogar a mi comunidad social y política sobre una serie de cosas, como el robo sistemático de los poderes administrativos de caudales públicos, que ha sido todo un fenómeno. Me interesaba comentar con mi comunidad esa cleptomanía pública. 

Dinero y política, terrible unión. 

El problema es que la política tiene que gestionar dinero que es de todos. Es inevitable la unión. Pero ha sido algo pésimo desde la Transición hasta aquí. Es un libro que en este sentido habla de cosas que han pasado en todas las comunidades del país. En Cataluña con el añadido de que había una pretensión de que eran mejores, como si tuvieran derecho a hacer eso porque eran ellos. Lo que va muy mal es la política y la codicia: uno tiene que entrar a servir públicamente a una sociedad, no a convertirse en una especie de sátrapa que cree que ese caudal de dinero público es suyo. Por eso me interesaba fijarme, no tanto en los políticos, si no en una persona joven, que es Violeta Mancebo, que se corrompe, que no sabe parar y que lo quiere todo. 

¿Por qué existen estas ansias que tiene Violeta de llegar a lo más alto?

Hay muchas motivaciones. Una es el miedo, el miedo al rechazo. En el caso de ella hay mucho miedo a formar parte de la gente que sufre de verdad, por falta de recursos. Por ejemplo, Violeta no puede llevar a su madre al mejor hospital, nunca ha ido de vacaciones como tal… Cuando ve que puede separarse de ese suelo donde se sufre o se puede sufrir más, a nivel material, no espiritual, decide alejarse lo máximo posible. 

Se habla también de identidad y nacionalidades. ¿Por qué para ensalzar una nacionalidad hay que menospreciar a otra?

Los sentimientos nacionales siempre se construyen en una dialéctica de amigo-enemigo, necesitas definirte contra algo. En el fondo las personas que vivimos en un mismo sitio no nos parecemos casi en nada. En el libro se habla de la “cadena del desprecio”, toda comunidad identitaria se construye contra otra comunidad; esto puede ser cómico cuando no hay mucho poder, pero terrible y dramático si hay cámaras de gas. Creo que lo catalán está más hacia lo cómico que lo dramático, pero no deja de ser una construcción contra una serie de gente. Aunque esa gente no existe más allá de los chistes: no existe el gallego, el mallorquín o el vasco. Somos más complejos. 

Barcelona siempre ha sido una ciudad muy literaria. Recientemente murió Juan Marsé, y en aquel momento se habló de la visión de la ciudad según los que escriben en castellano y en catalán. ¿Considera usted que hay diferencias?

En Barcelona se hablan dos idiomas, que hablan de una ciudad diferente, pero a la vez hay mucha permeabilidad. Tu lees los diarios de Barral y El vent de la nit de Joan Sales y están hablando de lo mismo. Hablan de la noche del franquismo y la privación de las libertades, quizás es algo más acentuado en catalán porque estuvo prohibido durante mucho tiempo pero la censura atacaba a ambos. Hay muy buena literatura catalana de Barcelona, que tiene cierta carga en relación con el exilio, o del hecho de que muchos catalanes habían apoyado el franquismo y la lengua está malherida desde entonces. La literatura castellana de Barcelona se ha construido con una tradición, que seguramente tiene raíces catalanas -me refiero a catalanoparlantes-. Hay un libro precioso, Vida privada de Sagarra que, al traducirse al castellano, fue considerado por esos castellano-escribientes -Marsé, Mendoza, Goytisolo…- como la gran novela de Barcelona. Puede ser que haya cierta confrontación entre las personas del circuito literario de una lengua u otra, pero lo increíble de Barcelona es que hay mucha alquimia entre ambos idiomas. El conflicto social en la ciudad no existe prácticamente, esto es cosa del Twitter, siempre sabiendo que hay excepciones. 

Siempre se habla de circuitos, muchos de ellos suelen ser herméticos, en los que cuesta entrar. Juana Dolores ha irrumpido en la escena literaria catalana después de ganar el premio Amadeu Oller. Gusta tanto como es criticada, pero las críticas suelen venir de estos circuitos literarios. ¿Por qué cuesta tanto escuchar a los nuevos, a las voces distintas?

Ahora ha pasado con Juana Dolores, antes también pasó con Elisabeth Duval, y antes con Luna Miguel. La gente se escandaliza y dice: oh, se hacen escritores en Twitter. Vamos a ver: en las novelas de Balzac todos los escritores jóvenes iban a los salones para darse a conocer; décadas después se iba a los cafés; y hoy en día nos damos a conocer en nuestro café y salón, que es Twitter. No hay que negar las habilidades sociales como manera de acercarte a la gente, no para atrapar, sino porque es la gente con quien quieres estar. El problema es cuando los críticos recuerdan que tal persona se ha dado a conocer en Twitter, con la intención de menospreciar, o alabar. Eso no aporta nada a la crítica de un libro. 

Un debate que hay en Twitter cada dos por tres, entre gente que vive en Cataluña, es la definición de cultura catalana. ¿Usted, que escribe en castellano, siente que es cultura catalana?

Cultura es algo que abarca muchas cosas y de la que no me atrevería a hablar. Lo que pienso es que, si uno escribe en castellano, aunque sea en Barcelona, hace literatura castellana. Y el que escribe en catalán, literatura catalana. La verdad es que no me preocupa. Empecé a escribir en catalán teatro -horroroso, por cierto-, la carrera la hice a medias entre castellano y catalán, seguí escribiendo en catalán hasta que me pasé al castellano. No fue ninguna decisión política, simplemente me juntaba con gente castellanoparlante y había mucha más bibliografía en ese idioma. A mi me interesa la gente que escribe. No llego a casa y digo: voy a leer literatura catalana. Cuando leo a Sara Mesa no pienso que leo literatura española, sino que estoy leyendo a Sata Mesa, y este libro en concreto. Ahora bien, si yo fuera profesor de literatura catalana, creo que tendría en cuenta la literatura en español hecha en Cataluña, me parece una vertiente importante. En el fondo la pregunta es: ¿Qué es la literatura, una conservación de la lengua, un jardín lingüístico? ¿O un espejo del mundo en el que vivimos? Si es solamente una preservación lingüística, quizás mejor que dejemos de escribir novelas y nos ponemos a escribir tratados de lengua y leemos a Pompeu Fabra muy concentrados. Pero si se trata de descubrir miradas sobre el mundo, me parece absurdo no tener en cuenta a mis colegas que escriben en catalán o en otras lenguas.

Imagino que usted está también decepcionado con los políticos catalanes.

Sí, es imposible no sentirse decepcionado. Ha sido un engaño muy largo, reconocido por todos sus participantes, excepto el que vive en Waterloo. No tenían nada preparado, y el engaño ha paralizado el país y ha dejado a mucha gente en una situación anímica muy complicada, porque durante siete u ocho años les vendieron un proyecto falso. Son ineptos, prevaricadores, y paro de decir algo. Muchos independentistas están asqueados con sus propios políticos. 

¿Es complicado no aleccionar cuando uno hace literatura?

La novela tiene un ángulo que no tiene ninguna otra disciplina artística o intelectual, y es que permite explicar no tanto los eventos sociales y los sentimientos individuales, sino la imbricación de las dos cosas. Es decir: cómo afectan los procesos sociales e históricos a individuos concretos y distintos. Hay miles y miles de libros que hablan sobre la campaña de Napoleón en Rusia, en Moscú; pero solo hay un Guerra y Paz. Solo hay una novela que explica que supuso este hecho a diferentes personajes con distintas situaciones. Si alguien quiere saber si Napoleón era bueno o malo, o los rusos eran buenos o malos, no tiene que leer Guerra y Paz. Pero si uno quiere conocer qué supuso a nivel humano, sí que tiene que leerla. Es una novela irritante para el lector que tiene prisa, porque le dice que pare, que no se trata de juzgar, sino de comprender. Y al final de la comprensión, vuelve el juicio, pero antes hay que entender. Esto que el escritor le pide al lector, lo tiene que hacer ante él. Y para mi es una de las cosas más difíciles. Es importante no caer en la parodia, o en la sátira, y hay que tener la cortesía de darle los mejores parlamentos a tus enemigos. En las novelas hay que confrontar ideas y personajes desde sus mejores versión.