"En todo el mundo sólo hay doscientos Harleys en este tono verde", dice Gerd Lamontagne mientras acaricia la brillante laca del depósito de combustible. El fabricante sacó este color en exclusiva hace unos cuantos años con motivo de un aniversario de la famosa marca de motos. El modelo, Springer, aunque en el mundo de las Harley Davidson no significa nada especialmente importante. "Es que cada una de éstas máquinas es diferente", apunta su hija Andrea. Padre e hija, alemanes de Dusseldorf, asisten por cuarta vez a la Bikeweek en el Club Robinson de Cala Serena atraídos sobre todo por las serpentinas de la Sierra de Tramuntana. "Es justo lo que necesitamos", asegura Gerd, "pues no somos de los que calientan a tope; disfrutamos paseando".

Durante seis meses al año padre e hija se suben al toro. En lo que va de 2009, han cruzado los Alpes y han recorrido 5.000 kilómetros de los Estados Unidos: "Los Ángeles, Palm Springs, Scottsdale y Lake Powel... cada tanto un trozo de la llamada Ruta 66", cuenta Andrea. "La madre, Roswitha, se queda en casa y cuida de los perros", añade Lamontagne, que hoy cuenta 68 años. Antes, su vida se resumía al trabajo de la hostelería al que dedicaba las 24 horas del día los siete días de la semana. Pero en el año 200 se jubiló y cambió su concepto de vida. Conducir su Harley por todas partes le significa independencia y libertad. La familia ha cumplido todas sus ilusiones: "Hemos realizados todos nuestros sueños sobre dos ruedas".

Hans Barner también cambió su silla de directivo en su propia empresa por el duro soporte de cuero de su Harley Davidson de color rojo fuego. El presidente del Club Harley de su localidad en Alemania batió su pequeño récord no hace mucho: 38.000 kilómetros en doce meses. Lo hizo entre otros, sobre pavimentos cubanos, donde llegó con su propia moto.

Frank Klein es agente de seguros en una región boscosa del país germano. Cabalgar por las carreteras mallorquinas significa un descanso del trabajo y de la familia, descansos que se permite de dos a tres veces al año. Ya ha visitado Cerdeña y Andalucía sobre su Harley y es la primera vez que viene a Mallorca. "Es preciosa, aunque hace un poco de frío", dice mientras pule las piezas cromadas de su preciosidad antes del desayuno. Cuidar del vehículo es parte de la rutina matutina para los 350 conductores de Harleys durante éstos días.

Algunos hasta han podido encontrar una plaza de aparcamiento con techo para sus motos, entre ellos, Jürgen Scholz, que está contento de poder aparcar "con mayor protección" su especial modelo: Su Harley es tan baja que los espejos laterales tan sólo llegan hasta las rodillas. Es una de esas máquinas que Klaus, que seca el tubo de escape de la suya tres metros más allá, nunca montaría, como niega con la cabeza. "Como mucho, a los diez kilómetros te duelen los huevos." Además, cada 90 kilómetros tendría que parar para repostar gasolina. Y es que éste diseño especial sólo puede llevar un pequeño depósito. Ni siquiera lleva un control de la cantidad de combustible que le queda, pero es una de esas motos que llama la atención. Y eso repercute en el precio, unos 80.000 euros.

Los moteros son personajes peculiares: "Desde fugados hasta jueces, tenemos de todo", explica Herbert Hausmann guiñando un ojo. Éste berlinés vino con su esposa a pesar de que toda su ciudad celebra la caída del muro. "Nosotros nos alegramos cada minuto de cada día sobre la caída del muro, no sólo en su aniversario."