Se propuso rendir homenaje a Ramon Llull desde una disciplina distinta a las habituales, y el resultado le ha valido un accésit en los Premios Anuaria del Diseño Gráfico Español.

"Para mí supone una satisfacción muy grande, porque este era un proyecto para disfrute personal, sin cliente ni remuneración, al que he dedicado noches y fines de semana, y porque detrás hay un concepto de respeto y humildad hacia el filósofo y escritor", explicaba ayer Damià Rotger (Ferreries, 1981).

La tipografía Lullius comenzó a rondar la mente del menorquín afincado en Mallorca hace dos años, cuando supo de la intención de dedicar el pasado ejercicio al recuerdo de Ramon Llull. "Entonces comencé a informarme, a conseguir facsímiles e imágenes de originales suyos para sacar lo más característico de la atmósfera de la época", explicó ayer el profesor de tipografía en los estudios de Diseño Gráfico y Comunicación Audiovisual de la Escuela Superior Balear, que se encontró con que algunas letras no eran legibles, y tuvo que adaptarlas. "No quería que fuera un anclaje histórico, sino una puesta al día", abundó.

El resultado de su trabajo, subtitulado Nuevas letras para un ilustre de las letras, puede verse ya en uno de los muros de la sede del Institut Ramon Llull en Palma, donde se reproduce la metáfora 41 del Llibre d´Amic e Amat. Con todo, Rotger sigue ampliando el catálogo. "He creado una colección de letras especiales, una especie de capitulares, con filigranas; también he diseñado la Lullius Bold, la misma tipografía pero en versión más gruesa; así como una colección de ligaduras, y estoy preparando un paquete de tres góticas distintas, en consonancia con Llull, que tocó tantas disciplinas", apuntó Rotger.

La suya es una ocupación minuciosa en la que ha cuidado aspectos en apariencia tan insignificantes como el espacio entre letras. "Es una cuestión muy milimétrica, pero es la mitad del trabajo", reconoce el docente, a sabiendas de que su dedicación no resulta siempre apreciada. "Las tipografías son tan accesibles que cualquiera puede coger un programa y estirarlas, ensancharlas y hacer cualquier atentado", señala el menorquín.

En el eterno debate entre estética y funcionalidad, apuesta por un "fifty-fifty", aunque reconoce que "el diseño es a menudo consecuencia de una función, y si no funciona ya no nos resulta agradable".