Mallorca no olvida a Isaac Albéniz, quien encontró en la isla uno de sus rincones preferidos. El hecho de que poco antes de morir, en mayo de 1909, le pidiera a su gran amigo Enrique Granados que le tocara la melancólica barcarola Mallorca, compuesta durante una de sus estancias en la isla, probablemente en 1890, da una pista sobre la relación estrecha que el compositor y pianista mantuvo con Balears. En el centenario de su muerte, músicos y programadores ensalzan y reivindican su obra artística, que podrá degustarse en citas como el Festival Chopin o la Temporada de la Simfònica 09/10.

A lo largo de su vida, Albéniz vivió de manera estable en Barcelona, Madrid, Londres, París y Niza, pero sus estancias en Mallorca fueron constantes. Según el libro Isaac Albéniz en Mallorca, de Antoni Mir y Joan Parets, viajó hasta tres veces a la isla, ofreciendo conciertos en cada ocasión: en el Círculo Mallorquín, en el Teatre Principal de Palma, donde interpretó piezas de Bach, Beethoven, Chopin, Scarlatti y Rubinstein, entre otros, y en las Cuevas de Artà.

Al margen de esas visitas públicas, es muy probable que el pianista pasara más tiempo en la isla, combinando descanso y trabajo de composición, que dio frutos brillantes, como Rumores de la Caleta, nacida a partir de sus paseos por las calas de Calvià; o la citada Mallorca, de la que el brillante pianista Joan Moll, que la ha interpretado en multitud de ocasiones y la tiene registrada, destaca que "es una pieza preciosa, una barcarola de ritmo tranquilo, con una melodía muy movida y una parte central muy expresiva".

Desde el Festival Chopin, que este año rendirá homenaje al músico gerundense, se recuerda la vinculación de Albéniz con Mallorca: dos hijas del compositor se casaron con mallorquines y cinco de sus nietos nacieron en Palma. La mayor, Enriqueta Albéniz Jordana, se casó con Vicenç Alzamora (secretario de la Societat Filharmònica y primo del empresario Enric Alzamora), y la segunda, la pintora Laura Albéniz Jordana, contrajo matrimonio con Vicenç Moyà.

El Festival Chopin abrirá su programación con la pianista Marta Zabaleta interpretando, el 9 de agosto, la suite Iberia, "obra cumbre de la literatura pianística", apunta Miquel Estelrich.

El pianista palmesano, que le cita como "uno de mis autores preferidos", distingue dos Albéniz: el de Iberia y el de las otras obras, "pequeñas piezas de calidad inferior". La primera no tiene parangón, "tiene una gran musicalidad y una depuración técnica extrema".

"Iberia es un monumento pianístico, al igual que otra suite, Goyescas, de Enrique Granados, aunque dentro del panorama español me quedo con Falla, el más auténtico", comenta Joan Moll, que, en cualquier caso, destaca "la frescura y la música tan directa" de Albéniz.

Como bien dice la pianista Maria Victòria Cortés, profesora del Conservatori, también hay que destacar dos obras para piano compuestas previamente a la Suite Iberia, que son las Suite españolas I y II. "La suya es una música con mucho sentimiento y pasión, con color y potencia sonora", señala.

Una de esas Suite españolas tiene cabida en la programación que ha diseñado Salvador Brotons para la próxima temporada de la Simfònica, en concreto para el Concierto 11 que se podrá escuchar el 15 de abril, con Miguel Roa como director, Isabel Rey-Joly como soprano y Silvia Torán al piano.

La reputación de Albéniz traspasó fronteras bien pronto. En 1889 sorprendió en París y en Inglaterra sus interpretaciones le aportaron un éxito al instante. David Gómez, pianista y viajero, no duda en incluir, "a pesar de su gran dificultad técnica, la suite Iberia siempre que ofrezco un recital en el extranjero. Es un compositor tan agradecido para el oído..."

No son pocos quienes creen que desde las instituciones mallorquinas se podría hacer más por redescubrir a Isaac Manuel Francisco Albéniz como uno de los más insignes creadores de alcance mundial que encontró en la isla un pequeño refugio, mereciendo un lugar de privilegio a la altura de Frédéric Chopin.