Es un tópico, pero el estruendo mecánico de los motores a dos ruedas rompía la calma de los paseantes meditabundos de los domingos aciagos de Palma. La avenida Alejandro Rosselló, frente al Corte Inglés, parecía un hormiguero de hombres y mujeres de cuero, abiertos de piernas sobre sus motocicletas. La 33 Vuelta Internacional a Mallorca en moto está a punto de comenzar. A las 10.30, la alcaldesa de la ciudad, Aina Calvo, dará la salida.

Antes, un paseo por el escaparate de ruedas, cueros, motores y manillares. Hondas, yamahas, suzukis, harleys y demás en todos los colores. Hasta en fosforescente. Naranja, para ser más precisos.

Un motorista de los cinco mil que se congregaron para la vuelta, organizada por el club Media Milla, le quita la carbonilla al motor, humeando el tubo de escape.

Aina Calvo aparece con la bandera de Balears entre las manos. La enarbola y ondea. Y todos los juguetitos de los motoristas salen derrapando para enfrentarse a una larga prueba, no competitiva, de 310 kilómetros a través de casi todo el perímetro de la isla.

Los participantes, que debían tener como mínimo 16 años, amén de los oriundos, llegaron de otras partes de la península como Barcelona o Valencia.

La primera etapa del recorrido se dirigió al municipio de Andratx, para iniciar a continuación el trazado norte de la isla de oeste a este a través de la Serra de Tramuntana, pasando por las localidades de Estellencs, Banyalbufar, Valdemossa, Lluc, Pollença y finalmente Alcúdia, donde el pelotón llegó a las 13.30 horas. Allí los viajantes comieron en el hotel Bellevue. Por la tarde, la chocolatada tuvo lugar en otro punto equidistante de la isla: Son Servera.