A lo largo de los últimos cincuenta años, Mallorca ha recibido a un sinfín de músicos que han protagonizado conciertos inolvidables, recitales seguidos en directo por miles de personas que permanecen en la memoria colectiva. Las visitas de esas estrellas del escenario no se limitaron siempre a una única actuación. Algunos de ellos, guiados por una insaciable sed de expresión artística, necesitaron compartir experiencias e improvisaron un repertorio de un modo informal, al margen del recital oficial, el anunciado en carteles. Se montaron lo que se llama una jam session. DIARIO de MALLORCA ha buceado en la historia musical de la isla para sacar a la luz algunas de estas reuniones sin guión que dejaron huella, con los intérpretes olvidando los gustos del público para sumergirse entre sus preferencias y tocar para sí mismos.

El origen de estas "sesiones de fraternidad creativa", como explica el que fue el primer director de la revista Rolling Stone en España, Andrés Rodríguez, está en los momentos posteriores a una actuación cuando, "sin espectadores en el local, mientras el dueño recogía antes de cerrar, los intérpretes aprovechaban para seguir tocando hasta la madrugada". El eje Esporles-Deià-Sóller fue sinónimo de jam session en la añorada década de los sesenta. De la mano de Daevid Allen, Robert Wyatt, Gilli Smyth, Kevin Ayers, Mike Oldfield y un buen número de músicos mallorquines como Joan Bibiloni, que se desplazaba casi a diario de Llucalcari a Deià, "guitarra al hombro, a pie por la carretera". Abundaban las fiestas particulares en las que, a la mínima, se montaban unos combos increíbles. Cuenta Tomàs Graves, hijo del poeta Robert Graves e integrante de la Pa Amb Oli Band, que "una noche estábamos tocando en el bar Las Palmeras Ramón Farran, Mike Oldfield, Kevin Ayers, Curtis Jones y yo. A la medianoche había que apagar la música. Mike Oldfield estaba a mitad de un solo cuando desde la cocina nos desconectaron el sonido. ¡Eran las doce! Mike no se lo podía creer. Pero aquí, en Deià, es igual: Aunque seas el mismísimo Mike Oldfield a la medianoche se cortaba la música".

Un habitual de la escena de la Tramuntana era Pere Colom. "Durante el verano, al llegar la noche se formaban unos combos fenomenales en los que lo de menos era la calidad del grupo. Lo que primaba era el desenfado, el descontrol, la buena comunicación con el público. Aquellas tocadas podían durar hasta cinco o seis horas", señala. Colom, que fue quien montó la Kevin Ayers Band, coincidió en más de una ocasión con Mike Oldfield en las jam sessions de Deià. Rebobinando, el bajista recuerda al autor de Tubular Bells como una persona "reservada, casi tímida en la multitud, pero no distante. Más bien intentaba pasar desapercibido, parco en palabras y con una mirada muy afable y transparente. Un buen tío. Le encantaba el Rioja tinto y los Ducados". Musicalmente, añade, podía presumir de "un estilo muy personal y fácilmente identificable. En la improvisación sus punteos eran muy rápidos y ágiles, pero al mismo tiempo muy melódicos. Tocaba con las uñas, sin púas, y recuerdo muchos fraseos suyos tipo flamenco". Colom, que puede presumir de haber salvado con una improvisación de 45 minutos el ´desconcierto´ por K.O. etílico que Kevin Ayers y John Cale dieron en Alcúdia en 1980, cuenta una anécdota que describe el carácter de Oldfield y que tiene a S´Altre Banda, un grupo de jóvenes de Deià que hacían sus pinitos en la música, como protagonistas: "Les pidió tocar una noche con ellos y claro, fliparon. Cuando acabaron de tocar, aparte de darles las gracias, les pagó por tocar con él, creo que 20.000 pesetas. Imagínate, cualquiera hubiera pagado por la experiencia de tocar con Mike".

Otro maestro que dejó su impronta en la Mallorca de los sesenta fue Jimi Hendrix. Al margen del concierto oficial que ofreció en la Sgt. Pepper´s, el guitarrista zurdo se marcó un concierto improvisado 48 horas después en el mismo local, a modo de brindis hacia el público femenino que tanto le adoraba. "Aquel día Jimi apareció por la sala abrazado por cuatro impresionantes suecas. Tuve que enviar al camarero al Hotel Victoria para que recogiera su guitarra. Cuando llegó, Jimi sonrió a las suecas y subió al escenario. La música paró y el público, sorprendido, se sentó en el suelo. Jimi se enfundó su guitarra y comenzó a tocar blues. Lo hizo durante hora y media, sin parar y sin extravagancias", relata Francisco Muñoz, codirector del Sgt. Pepper´s.

Lorenzo Santamaria, el rockero de los Z-66, grupo que había ejercido de telonero en el concierto de Hendrix programado dos días antes, define aquel episodio como "una flipada total". Se quedó impresionado con su Gibson Les Paul, "no la había visto nunca", y pudo cruzar algunas palabras con la estrella de Woodstock 69. "Era muy introvertido. No hablaba mucho, ni siquiera con sus músicos, Noel Redding y Mitch Mitchell, aunque se comportaba de un modo amable. Al verle actuar aprendí algo, aunque no sé exactamente qué. Su actitud en el escenario era totalmente diferente a lo que había visto hasta entonces. Al cantar miraba al público, les sacaba la lengua a las tías, provocaba al auditorio. Todo era distinto en él".

Retrocedemos unos años y nos trasladamos de la plaza Mediterráneo a Portopí, zona en la que se ubicaba la sala de fiestas Tagomago que gestionaron Els Valldemossa. ´El Tigre´ Tom Jones, Salvatore Adamo, Rita Pavone, Louis Armstrong y Maurice Chevalier fueron algunos de los artistas que se presentaron en aquel local. Hubo algunas jam sessions, pero fue la de Lionel Hampton la más sonada. El popularizador de When the saints go marching in actuó en Tagomago por primera vez en 1966. "Un millón de gracias por la amabilidad", dijo tras su concierto, que no fue suficiente para él. "Nos dijo que quería una copa y tocar algo más y lo llevamos al club de jazz que teníamos dentro de Tagomago. Allí montó una jam impresionante, con Jayme Marques, Manolo Marí y Cosme Adrover. Estuvieron tocando hasta las cuatro de la madrugada, cuando lo normal era cerrar a la una", relata Tomeu Estaràs.

El jazz está ligado a la improvisación y Miquel Jaume, propietario de Trui, es una enciclopedia abierta en cuanto a jazz se refiere. El empresario no olvida a su querido Tete Montoliú, que fue durante años su asesor en el desaparecido Festival de Jazz de Palma. "Tocaba Dixie Gillespie en un abarrotado Auditòrium y de repente se dirigió a alguien del público. Era a Tete, a quien invitó a tocar con él. El público se puso como loco con quien ha sido el mejor jazzman blanco de todos los tiempos. Lo mejor es que el episodio volvió a repetirse al día siguiente, esta vez de la mano de Dexter Gordon. Tete era tan respetado por los músicos..."

La historia más reciente también nos deja sorpresas de altura. El 20 de agosto de 2005 iban a tocar en Manacor los componentes del grupo mexicano Molotov, que se hicieron famosos en todo el mundo con temas como Gimme the power o Puto. Pero el concierto fue finalmente suspendido por la lluvia. Miles de fans se quedaron con las ganas, aunque algunos, cerca de un centenar, encontraron en el bar sa Pua de Portocristo una oportunidad que no desaprovecharon. "Nos los llevamos a cenar -explica Toni Muntaner, de la organización- cerca de Es Carreró y entre bocado y bocado nos dijeron que se apuntaban a tocar un par de temas en algún bar de la zona. Enseguida fuimos a buscar cuatro amplificadores y los montamos en sa Pua. Al final no tocaron dos temas, dieron todo un concierto. Y suerte que pararon, porque si no el local se hubiera caído. Si no los llegamos a echar aún estarían por Es Carreró de fiesta".

El Bluesville, que esta semana cumple quince años, no es ajeno a la lista de recitales inesperados. Los Sopa de Cabra de Gerard Quintana, a quien les encantaba el piano del bar; Pau Donés y Jordi Mena de Jarabe de Palo, que se dejaban caer por la calle Ma des Moro siempre que venían a Mallorca para actuar; o Carlos Segarra, el fundador de Los Rebeldes, sorprendieron con su presencia a los clientes habituales de este local que vivió un episodio tan increíble como cierto: "Una noche vinieron los Héroes del Silencio. No habían podido tocar en s´Arenal, por lluvia. Y querían hacerlo en el Bluesville. Pero los camareros no les dejaron porque era demasiado tarde", cuenta Ignacio, el propietario. El desaparecido Clandestino de Can Cavalleria cierra el reportaje. A aquella caverna llegaron los BMX Bandits, uno de los grandes grupos del pop británico. Venían del Bluesville, tras actuar en Ses Voltes, y al poco de entrar agarraron la guitarra hecha trizas que colgaba de una pared. Daba lo mismo. Hipnotizaron a su reducido auditorio.