"Oh, my God", se sorprende simpática, en confitado tono, al otro lado de un teléfono que descuelga desde un hotel de Salzburgo. Difícil de creer, Vonda Shepard (Nueva York, 1963) asegura "no haber caído en la cuenta" de que recién cumple veinte años de música. Inmersa en gira, anda cantando y tecleando lo grabado en From the sun, un reciente trabajo discográfico que descubrirá en el Auditòrium palmesano el 22 de febrero. "Suena tal y como soy", resume, presume. "Fuerte, muy fuerte", como su voz, que percibe intacta en garra a pesar del tiempo acumulado.

"Entiendo que la asociación con Ally Mc Beal siempre estará presente", confirma, sabedora que sus tonadas y cameos para la serie de televisión la situaron en una posición privilegiada. "Intento tomármelo de manera positiva", descubre, ya lejanos los 90. "A la gente le gustan aquellas canciones y pienso que estaría equivocada si yo las negara", asume. Con todo, Shepard ha sabido sobrevivir al éxito catódico. En lo comercial, con dos discos bien recibidos, especialmente en las américas. Y, sobre todo, en lo profesional: "Siento que he puesto distancia con aquella época", sentencia, un logro que no le impide cantarse Searchin´ my Soul cuando está de bolo y el momento lo sugiere. "El público europeo se sigue acordando de mí", agradece perenne. "Y aunque algo tarde, siento que ahora está empezando a conocer mi nueva música".

"Me siento igual de fuerte veinte años después. Mi voz sigue muy fuerte, y estoy emocionada por ello". Vonda Shepard -emana de su enérgico discurso- disfruta de su madurez. De una cuarentena y media que estrenó con maternidad en 2006, de mutuo acuerdo con Mitchell Froom, su marido y productor; al que ha vuelto a confiar su variado From the sun. "Cuando estamos trabajando estamos trabajando", promete. "Es muy bueno en el estudio, me siento afortunada por poder trabajar a su lado", asegura, antes de recordar que fue él quien la animó a ver "todos los registros musicales" compatibles con su voz.

Estímulo positivo, el resultado de las directrices de Froom es una Vonda Shepard que ha sabido traspasar las fronteras del soul para abrazarse con la misma intensidad al rhytm and blues. "Algunos estaban algo equivocados", recuerda, remontándose de nuevo a los días de vino y rosas de Ally McBeal; un poderoso factor de encasillamiento. De su voz, confirma -de nuevo "emocionada"- "todavía no he podido encontrar sus límites". Y en eso anda trabajando, buscándolos, de momento con nuevo disco y nueva gira, "una divertida" suma de veladas de las que prefiere no desvelar mucha cosa.

"No soy los Beatles", bromea Shepard, cuando se le pregunta cuál cree que ha sido su principal aportación a la escena tras dos décadas de periplo. "Sólo soy una persona que ha trabajado muy duro, que ha intentado hacer una música fresca" suscribe, poco antes de acceder humilde a colgarse una única e incontestable medalla. "Mi mejor contribución ha sido el acercar hasta un público joven las canciones de la vieja escuela", acepta, mientras hace amagos de arrancarse a tatarear el You belong to me que tantas veces ha rescatado.

Y como no, aparece la figura de "Stevie Wonder", el nombre que más veces repetirá durante su discurso. "Mucho" le debe al músico y activista, quizá la mayor referencia de Shepard, que confiesa no renegar tampoco del "funky", la "música africana", el "gospel" o las "locuras" de Franz Ferdinand o My morning jacket. "Viajar y ver", concluye, son las dos musas que excitan sus lírica; palabra de compositora y letrista. Tal vez, en la isla, vuelve a encontrarse con ellas. No sería la primera.