Superada la crisis de los cuarenta, que le sobrevino en Eivissa hace una década y que le llevó a adentrarse en el lado más oscuro de la noche, el de las drogas y el alcohol, Mike Oldfield reconoce que ha encontrado finalmente la paz interior, un estado de tranquilidad "para el alma" que saborea en Bunyola, donde ha decidido afincarse y donde disfruta "con las idas y venidas del pastor local y de sus doscientas ovejas", según ha confesado el músico británico en una entrevista para el The Mail On Sunday.

Su pasión por el mar, que explota a bordo de su yate Phoebe, de 21 metros de eslora y amarrado en Palma, y su odio al clima de su país natal -"terriblemente deprimente, con nubes que pueden permanecer durante meses"-, le han traído de nuevo a Mallorca, isla que descubrió de la mano de Richard Branson hace ya décadas, cuando el músico y el empresario de Virgin se hicieron multimillonarios gracias a aquella célebre obra que el de Reading compuso, arregló, interpretó y grabó con solo diecinueve años: Tubular Bells.

"Soy muy feliz en mi bote, saliendo por la bahía de Palma con la única compañía de las olas. Paro el motor y siento la paz. Es un sentimiento que no había tenido nunca antes", comenta el autor de Moonlight shadow, cuya actual vida orbita en torno a su esposa francesa, Fanny Vandekerckhove, con la que se casó en 2003 y con la que tiene dos hijos, Jakke y Eugène, éste último nacido mallorquín a principios de este año.

Oldfield descubrió Mallorca desde La Residencia, el exclusivo hotel propiedad de Branson en el que artistas del momento, como también Elvis Costello, desconectaban. El multiinstrumentista lo haría a finales de los 80. Y pronto se apuntó a la escena de Deià, protagonizando un concierto, en Sa Fonda, que muchos aún recuerdan. "El concierto del año en Deià", titulaba el 17 de julio de 1991 DIARIO de MALLORCA. "Es como tocar con una máquina perfecta", dijeron los componentes de s´Altra Banda, el grupo mallorquín que acompañó al compositor y a Kevin Ayers, la otra estrella de aquella velada.

Eivissa fue su siguiente parada en Balears, una estación que transcurrió en la noche y en la que quemó su creatividad en los clubes de moda. Por estrellarse, llegó a colisionar su Mercedes contra un árbol. Dos años después vendería su casa y grabaría Tubular Bells III. Su nueva casa en Mallorca, en el término municipal de Bunyola, es la décima que adquiere en una década. Ahora vive entre la isla y Mónaco, donde posee un piso, reservado para el invierno. "Quería vivir en un lugar cerca del mar, por mi barco -explica el artista-, pero sobre todo me interesaba encontrar un hogar rodeado de flores y de árboles que me diera paz y que estuviera en un entorno tranquilo". Su residencia cuenta cinco habitaciones y desprende un aroma muy silvestre. "Hace tan solo unos días que tenemos luz eléctrica", confiesa a la revista Elle su propietario, que ahora busca nueva casa, esta vez de lujo, en la costa mallorquina. En cualquier caso, su devoción por nuestro campo es tal que el músico millonario entró en ella cuando la casa funcionaba con un generador, "lo que significaba que cada tres días tenía que cargar el coche con latas de diesel". Solucionado el problema, ha montado un pequeño estudio y ha descubierto nuevos sonidos, como el del flabiol, instrumento que manipuló para él un músico local.

"Aquí se siente la España auténtica, especialmente cuando los turistas se han marchado. Tengo tres motocicletas y me encanta montarlas fuera de los caminos, explorar el campo, donde hay algunos pueblos encantadores", relata al Mail On the Sunday.

Su casa está a salvo de los ojos curiosos, aunque Mike Oldfield es un icono de la música que no pasa desapercibido. Algunos de sus fans ya han dado con él, como Jaume Colom, quien logró que el músico le firmara algunos de sus discos más aplaudidos y con el que posó muy amablemente.