Carmen Sarmiento (Madrid, 1944) fue la primera en cubrir y narrar las guerras para los españoles; durante una década, tiempo suficiente para concluir que las odia. Feminista de ADN, redireccionó su periodismo al retrato de las excluidas, a la polaroid de los invisibles. A humanizar la información. Firmó necesarias series documentales como Los Marginados, al amparo de una Televisión Española que ella ha visto crecer en desigual dirección durante 35 años. Premio Nacional de Periodismo, visitará el viernes el Club de Opinión de este periódico. El sesenta aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos enmarcará un discurso centrado en las penurias de género. En el aborto clandestino. En unas saharauis huérfanas de voz y voto. En las africanas expoliadas de clítoris. En los partos de condiciones imposibles.

-¿Los españoles están bien informados?

-Los telediarios han ganado mucho, aunque hay exceso de información. De mala información. De pseudo informativos, zafios y vulgares. De pseudo periodistas, que compran y venden las noticias. Con el caso de Violeta Santander la telebasura ha alcanzado su punto álgido. [Jesús Neira, profesor, fue golpeado por el novio de Santander. Intentaba defenderla de los maltratos en público de su pareja. Entró en coma en agosto y no salió hasta ayer. Ella ha defendido a su agresor en televisión].

-Entonces, mal andamos.

-Desearía otra televisión, donde la información se valorara por su calidad. Con la llegada de las cadenas generalistas muchos pensamos "ya verás, ahora haremos televisión de verdad". Después, incluso TVE bajó el listón. Los gustos de la audiencia son muy cuestionables. Yo por fortuna, todavía no fui víctima de la brutal presión y de los listones del share.

-¿Su principal aportación al periodismo?

-Siempre da pudor hablar de uno, aunque hay cosas innegables. La más importante, el trabajo como defensora de mujeres y desheredados, hecho desde un periodismo comprometido. También fui la primera corresponsal de guerra en Televisión Española, algo que abrió una brecha importante en un modelo informativo muy paternalista con nosotras.

-Ha intentado humanizar la televisión.

-La información no puede quedarse en la visión fría de los telediarios. Hacen falta documentales de ideas, y una televisión pública está obligada éticamente a hacerlos. Por fortuna existen gloriosas islas en algunas cadenas.

-Los problemas denunciados, sus ´Marginados´, siguen ahí. ¿Frustrada?

-Hay muchas cosas que me frustran, aunque no he perdido las ganas de luchar. Pertenezco a la generación del 68, románticos que creen que se puede cambiar el mundo con un gesto. En este sentido he tenido muchas gratificaciones, se me han acercado personas confesándome que yo les había estimulado al feminismo, al periodismo. Ésta es mi gran riqueza.

-¿La han censurado mucho?

-Como a todos, especialmente en el franquismo, donde ya encontramos testimonios de mujeres que querían controlar su cuerpo. También después, con Mujeres de América Latina, por ejemplo, una serie ´congelada´ un tiempo. Aún así, creo que durante quince años hice lo que quise con bastante libertad.

-¿Es más discreta la censura actual?

-Más sutil. Ahora no te dan los medios para poder hacer cosas. Me prejubilé de TVE porque me seguían asfixiando económicamente.

-¿Qué debe saber el futuro periodista?

-Que la profesión debe ser comprometida, con vocación de servicio público. Que gente como Julio Anguita Parrado, Julio Fuentes o José Couso dejaron la vida por ello. Que es arriesgada, digna. Y que no está suficientemente valorada por el deterioro que ha sufrido.