Uno de los planteamientos éticos más trascendentes que conozco es el dilema socrático del hombre y el esclavo durmiente.

La última vez que oí hablar de él, lo mencionó una amiga y colega en un grupo de parejas que coordinábamos juntos.

Cuando la escuché, algo resonó con fuerza dentro de mí. No solo en recuerdo de aquella primera impresión si no también por haberlo casi olvidado.

Ese día, al ver la discusión planteada entre quienes escuchaban, y al mismo tiempo estar asistiendo a mis propios procesos interiores, me di cuenta de que tenía algo más que agradecerle a mi querida Lea además de su amistad...

El relato es muy simple.

"Voy paseando por un camino solitario.

Disfruto del aire, del sol, de los pájaros

y del placer de que mis pies me lleven

por donde ellos quieran.

A un lado del camino

encuentro a un esclavo durmiendo.

Me acerco y descubro que está soñando.

Por sus palabras y sus gestos adivino...

Sé lo que sueña:

El esclavo está soñando que es libre.

La expresión de su cara refleja paz y serenidad.

Me pregunto...

¿Debo despertarlo y mostrarle que sólo es un sueño y que sepa que sigue siendo un esclavo?

¿O debo dejarlo dormir todo el tiempo que pueda disfrutandaunque sea en sue- ños de su realidad fantaseada?"

De la mano de mi profesor de filosofía podríamos preguntar ¿Cuál es la respuesta correcta...?

Aunque enseguida deberíamos contestar: No existe una respuesta "correcta". O ambas lo son o ninguna de las dos es suficiente.

Como en casi todos los temas éticos, cada uno debe encontrar su propia postura. Cada quien encontrará su respuesta "correcta", siempre y cuando no pretenda buscarla fuera de sí mismo.

Mentir y ocultar, mentir y no decir la verdad, mentir y engañar son lingüísticamente hablando palabras bien distintas que por supuesto refieren conceptos superficialmente emparentados pero, como vimos, profundamente distantes entre sí.

Parece evidente que en la mentira, consciente por definición, la gran diferencia está en el beneficio directo o ulterior que obtiene o piensa obtener el mentiroso.

Me atascan un poco las mentiras "piadosas". En principio, parecen pertenecer a otra categoría. Allí no parece haber ningún juicio ni autocondena. Ni siquiera un intento de evadir responsabilidades.

Sin embargo, hilando fino, si había un precio que yo no quería pagar cuando mentía para cuidar de otros. Yo no quería enfrentarme con su dolor, o con mi impotencia o con su enfado.

Es evidente que en muchas de esas mentiras piadosas, lo que me ocurre es que me pongo en el lugar del otro y empiezan a inundarme pensamientos alineados bajo el título de "Si esta fuera mi realidad, yo preferiría no saberla". Es desde ese insólito lugar, donde me siento con derecho a decidir por los demás si sería mejor o no que se enteraran de la verdad.

Lo malo para mi idea de mí mismo es que dicho así, la mentira piadosa suena mucho más a una manipulación macabra que a un acto piadoso. Como siempre, la mentira no es para el otro, sino para mí mismo. ¿Hacia quién es la piedad de las mentiras piadosas? ¿Hacia el otro o hacia mí mismo?

Las mentiras "piadosas" siempre son sospechosas y abren interrogantes a veces complicados que nos llevan de ida y de vuelta a los subjetivos puntos de la moral y los principios. Mientras escribo me doy cuenta de que me importa muchísimo más el tema de la mentira que la falta de verdad en sí misma. Releo pensando algunas de mis mentiras y de los demás (piadosas y no tanto). Es evidente si hay un problema con el hecho de mentir lo tiene el mentiroso y no el engañado.

Volviendo al tema del esclavo. Anímese a hacerse la pregunta. ¿Qué haría usted? Su respuesta estará seguramente condicionada por lo que usted quisiera que el otro haga si el esclavo soñador fuera usted?Y una pregunta más ¿Haría lo mismo si el que duerme es su hijo o su hija?

Dado que soy quien soy y trabajo de lo que trabajo, si alguna vez en su camino, querido lector se encuentra usted con un esclavo soñador de situaciones mágicas, acérquese a mirarlo. Y luego, no permita que su cara de felicidad lo haga dudar, si el esclavo soy yo,..¡despiérteme!