Si famosas son las ratas de Nueva York, las capitalinas no se quedan atrás.

Surgen de las alcantarillas en el momento más inesperado en busca de comida o cruzan la calle a la velocidad del rayo, ante la atónita mirada del turista y la indiferencia del transeúnte local.

Pero éstas no están solas. Tienen que compartir su botín con los pequeños ratones que suben y bajan por los conductos del aire acondicionado de los edificios señoriales de la ciudad y campan a sus anchas por los huecos de los cuartos de basura.

Uno de ellos es el "Dorchester House", un edificio con solera situado en el céntrico barrio de Adams Morgan, en cuyos apartamentos se han hospedado algunas personalidades como el presidente John F.

Kennedy, que pasó allí una temporada con su hermana Kathleen en 1942.

"Es algo tan habitual que los responsables de mantenimiento de los edificios no se sorprenden cuando alguno de sus vecinos se queja '\u00A1Ah! ratones', responden sin inmutarse con un movimiento de ceja", comentó a Efe Vivianne A., una de sus inquilinas.

Desde el Ayuntamiento de la ciudad, Lashon Seastrunk, del Departamento de Salud reconoció que es un problema que existe desde hace tiempo.

Según explicó a Efe, hay un servicio de control de plagas que actúa periódicamente en toda la ciudad y si los vecinos tienen quejas hay un teléfono público disponible para que avisen dónde las han visto para poder actuar, aunque para Seastrunk, la prevención es el primer paso.

"Estos animales necesitan agua, comida y una serie de condiciones para subsistir, por lo que si los ciudadanos mantienen bien cerradas sus basuras y tienen bien tapados todos los huecos, les será más difícil colarse en sus casas".

Algo en lo que está de acuerdo Jim Friesen, miembro de una empresa de control de plagas que estima, según dijo a Efe, que es necesario "una política de educación ciudadana para saber más acerca de problemas medioambientales como este".

Sin embargo, esto no parece suficiente para los sufridos ciudadanos que tienen que convivir con estos animales tan poco urbanitas y que les han quitado el sueño a más de uno.

Ana, una joven española que reside en Washington, tuvo que cambiarse de piso porque, según contó a Efe, por las noches no podía dormir. "Un día escuché un ruido tan fuerte en la planta baja de la casa que pensé que habían entrado a robar", pero cuando, tras mucho pensárselo, salió de la habitación, se encontró con que habían sido las ratas las que habían "asaltado" su cocina.

En su opinión, aunque se hable de prevención, el sistema de basuras es "muy deficiente", de hecho, en algunos barrios residenciales sólo pasan a recoger la basura dos veces por semana.

Las trampas se presentan como una solución, pero desde la organización PETA, recuerdan que "hay que arreglar el problema de manera ética y buscar las soluciones más humanitarias".

Estos animales "merecen nuestra compasión y respeto", señaló a Efe, Casandra Curvelo.

Según Curvelo hay que evitar los químicos "que alargan su angustia", o las trampas que les causan la muerte con crueldad como los "sticky papers", un cartón con pegamento en el que se suele poner algo que atraiga al animal y donde queda atrapado vivo.

"No les queremos en casa pero forman parte de la cadena animal y tienen los mismos sentimientos de dolor y se asustan igual que los animales con los que nos identificamos más como perros y gatos", dijo.

"Tenemos que ser conscientes de que estos animales pierden su hábitat cuando construimos donde están ellos, y lo único que buscan es mantenerse seguros y con comida, como cualquier animal", señaló.

Desde la organización ofrecen asesoramiento gratuito a los dueños de estos edificios antiguos para llegar a la solución más ecológica.

Aunque tal vez, ésta pasaría por traspasar las fronteras de la ficción y traer desde el remoto Hamelin a su célebre flautista, para que a cambio de cien monedas de oro consiguiera hechizarlas con su maravillosa melodía y llevarlas a un lugar muy lejano.