Este cantante singular, compositor de los bajos fondos, abrirá además en San Sebastián la gira europea de "Glitter and Doom", que le llevará a Barcelona los días 14 y 15 y después a Milán, Praga, París, Edimburgo y Dublín.

Sus seguidores pueden tener una idea aproximada de lo que van a ver en el auditorio del Kursaal donostiarra, pero más difícil es adivinar lo que se va a escuchar en este tour, que el músico estadounidense inicia una semana después de concluir su periplo por el profundo sur de su país.

Si en Europa mantiene el esquema de esos trece conciertos, la incógnita permanecerá hasta el final, pues en cada uno de ellos, de Phoenix a Atlanta, cambió el repertorio.

Sólo repitió en todos "Way down in the hole", además de "Lucinda", utilizada invariablemente para abrir sus actuaciones, en las que no obstante dio preferencia a los temas de álbumes como "Rain dogs", "Bone machine", "Mule variations" y "Real Gone", éste el más reciente de los cuatro.

Contadas fueron sus composiciones de los ya lejanos días de alcohol y tugurios, esos himnos para borrachos impregnados de música popular americana y de blues, dos estilos por los que sigue caminando el cantante de voz áspera que tantos palos ha tocado, siempre de una forma personalísima y cada vez más experimental.

Waits, que en la última década ha huido prácticamente del directo, prefiere los aforos reducidos y para "Glitter and Doom" ha elegido teatros y auditorios, todo un privilegio para las casi 1.800 personas que le verán en San Sebastián y las 6.200 que lo harán en Barcelona.

Pero esa cercanía, a salvo de la aglomeración de polideportivos y estadios, tiene en este caso un gran precio, entre 100 y 120 euros cada entrada, que también deberán pagar los medios acreditados para cubrir el concierto.

Quienes poseen un tique es porque lograron que les descolgaran el teléfono encargado de la venta; unos tras ganar una intensa pelea contra las líneas permanentemente ocupadas y otros, con más fortuna, después de unas pocas decenas de intentos.

Ahora se trata de esperar unas horas para confirmar si haberse agujereado el bolsillo ha merecido la pena, si Waits les ha dado lo que esperaban y si sus 58 años, y los 35 transcurridos desde su primer disco, no tienen por qué ser una razón para llamarle vieja gloria.

Los más fieles, ese público que le venera, ya tiene una respuesta.