Sonido discotequero, luces que giran y sobrevuelan el escenario. Músicos, coristas y técnicos de luces arriba y abajo. Él. Media sonrisa, guiño de complicidad. Ni siquiera tiene que abrir la boca para ganarse el favor del público, con su reflejo basta. De negro impoluto, con traje y levita y un tupé para disimular sus ya incipientes entradas, apareció ayer Miguel Bosé en escena. De ahí y durante algo más de dos horas, el delirio en el Coliseo Balear.

La exitosa gira Papitour recaló ayer en Mallorca con el cartel de no hay billetes colgado desde hacía varios días en la taquilla. Sus incondicionales, los que llevan junto a él más de treinta años, y los nuevos, tenían muchas ganas de Bambú. Y tuvieron a grandes dosis. Arrancó fuerte el artista de origen panameño con diez minutos de non-stop. Del Amante Bandido con el que abrió el concierto hasta el Nena -momento en el que pronunció el primer discurso de la noche- desfilaron temas como Sereno y Duende. "Gracias por acompañarme durante todo este tiempo Palma. Os invito a reconstruir estas tres décadas de música", dijo entre aplausos y algún que otro amago de tos compulsiva.

Se sabe seductor. Cualquier movimiento de cadera, desata pasiones. Muchos de los acompañantes masculinos de la noche no tuvieron más que ceder a los gritos de las mujeres y dejarse llevar por el encanto camaleónico de un artista que en vez de sangre en las venas, destila arte; incluso, en el momento en el que una de las pantallas gigantes cedió ante la fuerte brisa y cayó, afortunadamente sin heridos. Cosas del directo, debió pensar.

Tras esos primeros compases de pura acción, casi sin tregua para respirar entre baile y baile, llegó el momento de pausa. Piano y guitarra para volver la vista atrás. "La memoria musical es potentísima. Seguro que os acordáis de todas estas canciones". Momento, entonces, para los románticos. Linda, Amiga, Creo en ti y un largo etcétera que encendió los primeros mecheros en las gradas.

Para aquel entonces ya habían quedado claras las armas de poder de Miguel Bosé. Jugar con su ambigüedad sexual y con su experiencia en las tablas son recursos más que suficientes para asegurarse el éxito. Y eso que no hubo sorpresas como en otros conciertos de la gira donde al escenario se subían algunos de sus amigos de profesión. Se rumoreó durante la noche que su sobrina, Bimba Bosé, cantaría Como un lobo junto a él. Pero nadie compartió el protagonismo. Si acaso, Don Diablo, que subió de los infiernos para darle una última palmadita en la espalda.