Cuando la noche cae sobre la isla de Mallorca la denominada night life empieza en Punta Ballena. Son las once de la noche, pero las luces de neón no dejan nada a la oscuridad, todo está a la vista para un público joven y sin complejos.Nada tienen que esconder. Los más madrugadores empiezan a acercarse a los bares. Este año destaca la ausencia de relaciones públicas o ticketeros por una prohibición del ayuntamiento. En su lugar son las gogós quien, con sus bailes, atraen a la clientela. El que escribe agradece el cambio.

El contoneo de unas caderas me lleva a uno de los primeros pubs de la zona: The sugar Bar. Allí las chicas tienen un cóctel gratis. "Sex on the Beach es el favorito de ellas" comenta Pepe, encargado del local. Vodka, licor de melocotón, zumo de naranja y granadina se unen al servicio de los paladares más selectos. Ellos prefieren la clásica pinta de cerveza.

La gente de punta ballena, mayoritariamente inglesa, sorprende a propios y a ajenos por lo variado de su indumentaria. Según subo la cuesta, una especie de pequeña autopista hacia el paraíso, paraíso del ocio, me cruzo con todo tipo de gente disfrazada. Conejitas de playboy que toman copas con piratas, Rambos con pistolas de agua, ángeles con cara de diablesas, y superhéroes dispuestos a disfrutar de una súper noche. Aun así, no todo son disfraces. Hay quienes optan por tirar de fondo de armario para mostrar sus mejores ´trapitos´.Si algo tiene en común es que todos visten la mejor de sus sonrisas.

Las mil formas de disfrutar la noche de Magaluf no puede dejar insatisfecho a nadie, pienso mientras me dirijo al local de Alejandro. A lo largo de las aceras grupos de jóvenes se reúnen frente a las máquinas de boxeo, suben al toro mecánico y, los más osados, hacen cola para ser catapultados a 160 kilómetros por hora por la atracción estrella: Slinshot. La chica de la puerta me invita a subir, me excuso con un socorrido "quizá más tarde" en un inglés no muy bueno. Ella sonríe condescendiente. Cuando llego a Alex descubro cuatro ambientes para elegir: chillout, un pub de música disco, otro de música en directo, y un local ambientado en los años 60. Me decido por el primero. Una vez dentro, una chica me da la bienvenida y otra me sonríe bailando desde un pódium. Mientras respondo a su sonrisa, una camarera me ofrece una bandeja de chupitos. Desde la barra me preguntan si quiero tomar algo. "La calidad del servicio es fundamental" me comenta Alejandro, con 37 años de oficio sobre sus espaldas. Y más de cien trabajadores a sus órdenes. Me ofrece una copa. Rechazo de nuevo la invitación y me despido.

La noche termina, pero sólo para mí. Para los miles de jóvenes que sabrán aprovechar las oportunidades que yo he rechazado, la fiesta acaba de empezar. Mientras me retiro vuelvo a toparme con Rambo. "Great party, men!" grita. "Otra noche,-me prometo a mí mismo- Otra noche".