Es la cicatriz que atravesaba la mitad izquierda de la cara, desde la oreja hasta el ángulo de los labios, lo que no se ha olvidado aún en Alcúdia. Otto Skorzeny había contado muchas veces en el Bar Llabrés, en la plaça de la Constitución, cómo le habían hecho esa herida durante un duelo. En ese local era donde el "hombre de Hitler para asuntos delicados" solía beber cerveza por las tardes de verano, cuando descansaba en su pequeña casa en la playa de Es Clot. Skorzeny también contaba que había liberado mediante una intervención arriesgada al dictador italiano Mussolini. "Mi fallecido marido le admiraba, casi le veneraba", cuenta la propietaria del bar, Cefe Sampedro. Pero aparte de eso, no se sabía mucho más del hombre que medía casi dos metros y que llamaba la atención en el pueblo precisamente por su altura y por sus anchos hombros.

Siempre había sido correcto y amable, dicen José Salort y su mujer, María. José tenía una empresa de construcción y había hecho algún que otro trabajo en la casa de Skorzeny. Poco antes de su muerte, el mallorquín le construyó una pasarela hacia el mar por la que el viejo y debilitado hombre conseguía alcanzar el agua. "Amaba el mar", recuerda Salort.

Nunca hablaron de política ni de la guerra. Y aunque le regaló sus memorias nunca las leyó. Si lo hubiera hecho, sabría de las presuntas heroicidades que "el hombre más peligroso de Europa"-como lo llamaban los Aliados- había realizado siguiendo órdenes de Adolf Hitler.

Que Otto Skorzeny fuera una de las figuras centrales de la red de viejos nazis no se desprende de sus memorias. Hoy sigue vivo el rumor de que él había sido el líder de Odessa en España, una estricta organización para la huida de antiguos miembros de las SS.

Según el periodista argentino Uki Goñi, autor de La verdadera Odessa, fueron unos 3.000 viejos nazis los que consiguieron huir al extranjero. Acusados de crimenes de guerra como Alois Brunner, Klaus Barbie, Josef Mengele y Adolf Eichmann, y amenazados por la condena a muerte, emigraron en secreto para afincarse en Sudamérica o en países árabes como Siria o Egipto donde, ayudados por antiguos lazos, mantenían florecientes negocios.

España se convirtió, por lo menos hasta finales de los 90, en un "domicilio" seguro para muchos de ellos. También para Otto Skorzeny que probablemente huyera de su país a través de Italia y se afincase en 1950 en Madrid bajo el seudónimo de Rolf Steinbauer. En la capital ejerció como representante de empresas industriales alemanas y austríacas y como comerciante de armas. Viajó mucho y mantuvo vivos contactos con viejos compañeros. Se supone, por investigaciones de la CIA, que desde España ayudó a montar el Servicio Secreto Egipcio y que para éste reclutó a un centenar de hombres, antiguos miembros de Gestapo y SS. Entre los candidatos se encontraba también Alois Brunner, al que hoy en día aún se busca, y al que se le supone en Damasco.

Skorzeny fue también centro de atención en la sociedad poco honorable que se reunía en las costas españolas y también en Madrid. En el restaurante Horcher, uno de los puntos de encuentro de la escena madrileña, al que fuera miembro de la guardia personal de Hitler, sólo se le saludaba con "Sr. Capitán", como recuerda un miembro ya fallecido de la Legión Condor.

Precisamente en este restaurante fue donde Hafner, el protagonista del documental de Günter Schwaiger, El Paraíso de Hafner, que DIARIO de MALLORCA y Mallorca Zeitung presentarán el próximo jueves 24 de enero en el Club de Opinión de este periódico, le conoció.

Su papel en la guerra

Otto Skorzeny (Viena, 1908-Madrid, 1975) era conocido como el hombre de Hitler para las intervenciones especiales. Ataques de sabotaje, secuestros, asesinatos... Éstos eran las especialidades de sus tropas de caza de la SS y así fue como logró rescatar a Mussolini, según cuenta la propaganda.

En 1945 los americanos lo capturaron en la fortificación que Adolf Hitler tenía en los Alpes. Se le acusaba de haber asesinado a varios soldados americanos en Ardenne. Pero el Tribunal Militar americano que le juzgó lo declaró libre. Dado que también un tribunal checo quería juzgarlo por crimenes de guerra, huyó. Hasta hoy no se sabe cómo lo consiguió.