Sant Esteve, una festiva jornada de resaca navideña. Las tradiciones, también presentes en esta segona festa. Como comer pavo de Nochebuena reciclado en piel de canelón. O como recorrer los distintos belenes armados en la isla. Los nacimientos distribuidos por Ciutat se vieron ayer muy concurridos. Sus habitantes de barro fueron más protagonistas que nunca.

Cita obligada del recorrido pesebrístico, el convento palmesano de las Caputxines. Por historia y por el número de nacimientos exhibidos en su antigua sala de labor. La oferta de la calle Jaquotot, cinco escaparates fechados entre XVIII y XIX. Sus Misterios y figuras -en su gran mayoría obra del Maestro de Verges Roses- fueron ayer explicados in situ por Jaume Llabrés. "Las proporciones son prácticamente inexistentes. No es algo que se tuviera muy en cuenta". El guía respondió así a la repetida pregunta de por qué el buey era mucho más grande que la mula en uno de los portales. Las cerca de doscientas personas que se acercaron hasta allí por la mañana aprovecharon igualmente para ver la exposición de iconografía franciscana que acoge el recinto.

También muy participado estuvo el montaje que la Associació de Betlemistes Francesc Rosselló ha preparado para el claustro del convento de Sant Antoniet. Cien metros cuadrados, inspirados en la Costa Nord mallorquina, para los que los maestros pesebristas han recuperado la figura del frare, el equivalente al caganer catalán. Alicia Arana y María José Ojea se confesaron "habituales" de este belén. Les acompañó la pequeña Sandra, de dos años, totalmente ensimismada con la escena de los reyes de Oriente. "Ha flipado", reconoció su madre. También obra de esta asociación es el belén armado en La Misericòrdia. Recoge esta estructura los oficios costumbres y tradiciones locales. Desde las matances a las brodadores pasando por las sitjes para hacer carbón. Repite el frare, marca de la casa, tan escondido entre los pastores que Juana González no fue capaz de encontrarlo. "¿Seguro que está?, preguntó dudando de su existencia.

En la misma Plaça del Hospital, oportunidad también para visitar el napolitano Belén de la Sang. Pasó algo desapercibido ayer, limitándose su público a los fieles de la Iglesia de la Anunciación que lo alberga. El belén de Cort fue, por el contrario, uno de los que más gente congregó. Mucho palmesano y no menos turista en el vestíbulo del consistorio palmesano. De los más tempraneros, una familia japonesa que hizo buena la fama de fotógrafos que tienen los nipones.