"Hemos hecho lo único que podíamos hacer: ser respetuosos con quienes nos invitan. Y Roger (Buergel, director de la Documenta) nos invitó por que lo que hemos hecho, por lo que hacemos en ´el Bulli´.

Por eso extendemos la Documenta allí", explicó Adrià durante la presentación oficial del programa del llamado "Museo de los Cien Días".

A pie de escalinata del Museum Fridericianum, epicentro de la Documenta, y rodeado del centenar de artistas asimismo invitados por Buergel, Adrià desveló así el secreto que había guardado durante casi un año sobre cuál iba a ser la contribución de un cocinero al mundo del arte.

"En lugar de colocarnos aquí y cocinar, lo que era imposible, trasladamos la Documenta a la Cala Montjoi", añadió entre un gran revuelo mediático de cámaras y fotógrafos.

"A 2.000 kilómetros de Kassel", apostilló a su lado Juan Mari Arzak, otro ´chef´ de lujo español y padre de Marta Arzak, historiadora de arte y colaboradora del Guggenheim de Bilbao, quien "pensó" con Adrià cuál iba a ser el concepto.

"Hace veinte años que no cocino fuera de ´el Bulli´, porque no concibo otra experiencia. Por eso ´el Bulli´ se convierte en el pabellón G de Documenta", explicaba Adrià.

El cocinero es consciente de que ello va a crear cierta "decepción" entre quienes acudan a Kassel, puesto que no se encontrará al supuesto "invitado estrella".

"La cocina no es museable, es una disciplina artística que necesita su propio escenario, el escenario donde la hacemos", justificó Adrià.

El genial innovador de la cocina incidió en el debate acerca de si lo suyo es arte o no: "al final, el visitante decide qué es arte y qué no lo es".

Para Buergel, la cuestión quedó saldada hace tiempo: "La pregunta de qué es arte y qué no lo es dejó de tener importancia hace tiempo", ha declarado el director de la 12 edición de la Documenta, decidido a innovar y ampliar conceptos.