Gafas estilo John Lennon, flores en el pelo, colores psicodélicos, el símbolo de la paz y, sobre todo, la figura del hippie bailando en el Golden Gate Park se encuentran entre los símbolos que se quedaron grabados para siempre en el colectivo estadounidense tras este extraño verano.

El fenómeno se fraguó unas semanas antes del fin del curso escolar de 1967, cuando más de 100.000 jóvenes de todo el país -la "invasión de los Flower Children", como se dijo entonces- acudieron en extraña peregrinación a San Francisco para participar en el "circo psicodélico" de Haight-Ashbury.

Este se considera el "punto cero" de este movimiento, hoy un elegante barrio de casas victorianas convertido en uno de los principales atractivos turísticos de la ciudad, símbolo, quizás, de todos aquellos "baby-boomers" que cambiaron las camisas de flores por el traje gris.

La experiencia no tardó en disolverse, pero antes dejó marcadas para siempre muchas esferas de la vida cultural y social de este país: desde la música pop hasta el arte y la moda, las relaciones humanas, la sexualidad, la diversidad racial y étnica o la actitud hacia las drogas.

Los estudiantes acudieron atraídos por la publicidad originada tras el "Human Be-In", un evento en el parque en enero de ese año en el que participaron bandas de rock como Jefferson Airplane y poetas "beatnik" como Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti o el "evangelizador" del LSD Timothy Leary.

Para Ferlinghetti, propietario de City Lights Books, que continúa siendo una de las librerías más venerables de la ciudad, se trata de un movimiento que transformó al país.

"Los principales aspectos de la contracultura hippie quedaron imbuidos en la clase media: la música, la ropa, el movimiento contra la guerra", señaló Ferlinghetti en declaraciones al "San Francisco Chronicle".

El diario recogió en una serie reciente de entrevistas las opiniones de numerosos participantes -como el cofundador de Apple, Steve Wozniak, o la cantante Joan Baez- que reflexionan sobre un fenómeno que se produjo tres años y medio después del asesinato del presidente John F. Kennedy y, sobre todo, cuando el número de tropas estadounidenses en la guerra de Vietnam no paraba de crecer.

Los objetivos políticos fallaron, pero no así los culturales, señala el actor Peter Coyote, antiguo miembro de la famosa comuna de los Diggers, en Haight-Ashbury, a finales de la década de los años 60.

"No terminamos con el capitalismo, ni con el imperialismo. Pero en cuanto a los objetivos culturales, todos funcionaron", señaló el actor.

En opinión de David Getz, de la banda de rock de la cantante Janis Joplin, Big Brother and the Holding Company, el mensaje que radiaba de San Francisco era más personal que político, a pesar de la guerra de Vietnam, ya que puso bajo escrutinio "las mismísimas fundaciones de la vida moderna en EEUU".

"Era sexo, drogas y rock´n´ roll, y todo eso fue divertido, pero en el corazón de la contracultura había una revolución espiritual", indica el escritor satírico Paul Krassner.

Todo ello aliñado con LSD, una droga que se hizo muy popular antes de su ilegalización y, por supuesto la música, con bandas como Grateful Dead, Quicksilver Messenger Service o Big Brother and the Holding Company.

La fiesta se acabó pronto.

El "speed" reemplazó al LSD y el lugar de los hippies despreocupados y alegres que abarrotaban Haight-Ashbury lo ocuparon vagabundos pidiendo dinero.

El finiquito del "verano del amor" se produjo en octubre de 1967, cuando un grupo de locales organizaron la procesión funeraria "The Death of the Hippie" en Haight-Ashbury.

Muerto, quizás, pero desde luego no enterrado, ya que de alguna manera, por tenue que sea bajo el mandato del presidente George W.

Bush, las repercusiones siguen coleando hoy.

Como señala el poeta Michael McClure, si todos esos jóvenes no hubieran declarado la posibilidad de una nueva cultura, una nueva familia que cree en la paz, naturaleza, sexualidad (...) "hoy andaríamos metidos en un fregado todavía peor".