Ya ven, sí tendrá razón monsieur Matas. El Teatre Principal vuelve a echar el cerrojo a menos de dos meses de su apertura oficial. Tuvo tiempo de salir en la foto de campaña, pero unos ajustillos de nada se revelan ahora -cuando estamos más que hinchados de turistas- perentorios para poner esparadrapo a nuestros líricos y que los amantes del bel canto -que en este paraíso se cuentan por doquier- hagan oídos sordos o se compren mejor un ipod. ¡No me dirán que no da para argumento de opereta! En fin, que venga Calatrava y que nos monte una Opera House -total, puede que acabe clausurada "por reformas" tras haber sido retratado el paseíllo en alfombra roja de nuestros próceres, señoras, amigos, amigas y la sociedad extasiada ante el gorgorito y trino de la diva de lujo, contratada para la ocasión. Sólo espero que no adquiera los tintes ridículos que sucedió con Muti, a quien se anunció como batuta en el concierto de apertura del Principal, tras fallar Rostropovich, sin que él supiera nada. Diálogo de sordos, diría yo.

- Mejor, con Panero. Leopoldo, el poeta loco, el mejor para muchos, yo no diría tanto, ha vuelto a salir de la mazmorra del manicomio para firmar en la Feria del Libro de Madrid. Papá dame la mano que tengo miedo es su narración. El título es resbaladizo si no sabe quién lo firma -de entrada, me suena a libro de autoayuda-, pero si es Panero, el de los dedos tiznados en rubio nicotina y con la mirada más milana de la letra española del XX-XXI-, habrá que reconsiderar la posibilidad de meterlo en el saco de las lecturas de verano. "La vida es sólo un inmenso cenicero, violeta pálida destruida por el mundo, sílaba atroz en el cenicero repleto de palabras".