En tan sólo cinco años, los reproductores mp3 han dejado de ser una moda para convertirse, casi, en una forma de vida. Una gran mayoría de usuarios lo considera, cuanto menos, un elemento "muy importante". Los más dependientes lo ven incluso como algo "imprescindible", como "un compañero ideal". Casos de adicción extrema aseguran convencidos que "su existencia" no sería la misma sin ellos.

Así lo han confesado algunos paseantes de Palma -mp3 a cuestas- a pie de calle. La única diferencia entre ellos, la música que guardan en sus reducidos discos duros portátiles, o la que nunca -cuestión de gustos- llegarán a almacenar. De Metallica a Sau pasando por Camarón. Todo vale. Por lo demás, impresiones y conductas muy similares que permiten dibujar, a grandes rasgos, un perfil del ´mptresero´ ideal, alguien que ya no concibe caminar sólo sin llevar los cascos puestos. Ellos son chicos y chicas jóvenes, herederos del discman, acostumbrados, desde hace ya un tiempo, a acompañar sus pasos con algún tipo de banda sonora.

"Me relaja. Me aísla de los coches y del ruido cuando voy al trabajo", comentó Rafael Vicens, de 17 años. "Si pudiera currar con él no me lo quitaría en todo el día", añadió. También asalariado, descendiente del discman y con la "suerte" de poder utilizarlo cuando trabaja, el venezolano José Osuna, de 33 años, reveló utilizar su mp3 entre cinco y seis horas diarias. "Es una herramienta de trabajo más", aseguró. Camino a su oficina, Luna Arbona, de 21 años, comentó feliz, que hace una semana compró su primer reproductor digital. "Pienso en lo grande y pesado que era el discman y todavía no me lo creo", aseguró aliviada.

Por otro lado, una gran mayoría de estudiantes comparten la costumbre de ir a clase escuchando música. "Lo utilizo para ir al instituto y cuando voy solo paseando", comentó Alejandro Prieto, de 20 años. "Es algo muy importante para mí", agregó. Álvaro Bernabeu e Isabel Cabrera, ambos de 18 años, no habían terminado de bajar las escaleras del centro donde estudian y ya se estaban colocando los auriculares. "Yo perdí el mío hace poco y he tenido que pedir uno prestado casi por necesidad", confesó el primero. Ramón Colombás, entre clase y clase admitió que para él, su reproductor es algo "imprescindible". "La música que llevo refleja mi estado de ánimo", dijo, mientras aprovechaba sus minutos de tregua académica para escuchar unos ´temitas´.

Y como ellos, tantos otros -cada vez más- que se han acostumbrado a vivir cantando, ajenos al ruido de la ciudad.