En "Marilyn Monroe. La última sesión", la editorial Electa ofrece, a lo largo de 125 páginas, una muestra de esta serie de más de 2.500 fotografías, que "Vogue" censuró en su día por considerarlas demasiado "espontáneas", lo que obligó al fotógrafo a realizar una segunda sesión, con la actriz ya vestida, para poder publicarlas.

Marilyn Monroe, nacida el 1 de junio de 1926 en Los Angeles con el nombre de Norman Jean Baker, murió con tan sólo 36 años una noche de sábado en un cuarto de hotel, sola y después de haber ingerido una buena dosis de barbitúricos y antidepresivos. Su cadáver fue encontrado al día siguiente, desnudo sobre la cama, por uno de sus asistentes.

Unas semanas antes, el fotógrafo Bert Stern la había sometido a una sesión maratoniana de doce horas en una suite del hotel Bel-Air de Los Angeles, fotografiándola en más de 2.000 ocasiones con poco maquillaje, despeinada y sin ropa.

Como "Vogue" decidió que eran una tanto fuertes para la época, se realizó una sesión que vio la luz al día siguiente de la muerte de la estrella, mientras que los retratos de la primera tanda han permanecido inéditos hasta el momento y tan sólo eran conocidos por coleccionistas y aficionados a la fotografía.

El libro que ve ahora la luz recoge lo más representativo de ambas series, fotos que pertenecen a la colección de los neoyorquinos Michaela y León Constantiner, quienes se hicieron con ellas en una subasta de Sotheby´s.

Bert Stern recoge en el libro, además de imágenes, conversaciones e impresiones que tuvieron lugar durante aquellas doce horas; como la primera sensación que tuvo al conocerla: "Marilyn no se dejaba inmovilizar. Era inútil esperar una imagen de ella. Liz Taylor tiene una belleza clásica. Ella es la belleza. Marilyn es un fantasma. Si se inmoviliza, aunque sólo sea un instante, su belleza se desvanecerá. Fotografiarla es como fotografiar la propia luz".

En las fotos, Marilyn Monroe aparece semidesnuda, cubierta con tules y flores. También muestra una terrible cicatriz en su costado derecho, resultado de una reciente operación de vesícula, y sobre esto recuerda la siguiente conversación: "¿Y mi cicatriz?", pregunta la actriz al fotógrafo. "No sabía que tuviera una cicatriz. ¿Cómo se la hizo?, responde.

"Me sacaron la vesícula biliar hace poco más de un mes. ¿Cree que la cicatriz se verá?, decía Marilyn, a lo que Stern le aseguraba: "Sí, se ve, siempre se podrá borrar retocando". Aunque no cumplió su promesa y ahora se puede ver al mito convertido en un ser humano normal y corriente.

Stern también recuerda los primeros minutos de la sesión: "Toda nuestra atención se concentra en las tomas. Bebemos champán. Es difícil, muy difícil, porque ella no está quieta ni un momento.

Mariposea. Es un fuego fatuo, tan inasible como el pensamiento, tan vivo como la luz que acaricia su cuerpo. Es una ilusión."

Incluso confiesa en el libro que Marilyn Monroe llegó a estar "completamente ebria" y "dispuesta a hacer un personaje que nunca se ha visto en el cine ni en ninguna otra parte".

Una vez terminada la sesión, Bert Stern recuerda: "Son casi las siete de la mañana. han pasado doce horas. Mientras ella vuelve a vestirse, guardo los carretes de película. Me dice adiós en voz baja y se va. Yo me quedo ahí plantado, como un amante aturullado".