Para ello, se centra en una pieza de la colección permanente del Museo, la escultura "Pequeña figura", fundida en bronce en 1964 a partir del original en madera que Picasso talló en 1907 -año a partir del cual revolucionó su carrera y todo el arte mundial con "Las señoritas de Aviñón"- para regalarla como una muñeca de juguete a una niña, explicó hoy Marilyn McCully, comisaria de la exposición.

Esa niña, cuya pista siguió McCully hasta la tumba de un cementerio francés en la que reposan sus restos, era Mémène Fornerod, nacida en 1904 e hija de Antoinette, una modelo de artistas y amiga de Picasso.

Su madre escribió al artista en los años 50 para pedirle ayuda por las dificultades económicas que atravesaba, y Picasso autenticó la muñeca que había regalado a la pequeña y le ayudó a venderla, con lo que Antoinette "pudo hacerse un techo nuevo en su casa", señaló McCully.

Para Picasso y sus coetáneos, la influencia de estas culturas era "una manera de abrir nuevas avenidas a la creación artística, frente a la pintura muy académica del siglo XIX, que consideraban decadente y que no les ofrecía nuevas posibilidades".

Picasso mostró en sus primeras tallas en madera una influencia de Gauguin -de quien se expone en Málaga "La siesta de un fauno", dedicada a Mallarmé-, que a su vez "había explorado las influencias de Tahití y de la cultura india y buscaba la manera de llevar el primitivismo a su propia expresión artística".

Además de como piezas artísticas, al malagueño le interesaban estas obras "como objetos mágicos por el poder que representaban, no como elemento religioso, pero sí por la idea de conseguir el mismo impacto en su producción artística".

También se muestran en el Museo Picasso dos de las piezas que se expusieron en 1907 en el Museo de Etnografía en el Palacio de Trocadero, que el malagueño visitó en lo que fue su primer contacto con las piezas africanas y oceánicas, de las que reunió una importante colección personal.

La primera pieza que da la bienvenida al visitante a la exposición es el original en madera de "Pequeña figura", que se conserva en Ontario (Canadá), tallado probablemente a partir de un trozo de mueble como la pata de una mesa o una silla, según McCully, y en el que insertó como ojos dos alfileres de latón.

Además de uno de los doce ejemplares en bronce de "Pequeña figura" también se puede contemplar otra pieza de Picasso, "Tres desnudos", la citada de Gauguin y otras procedentes de culturas de Ghana, Costa de Marfil, Arizona (EEUU), Canadá y la República Democrática del Congo.

Para complementar esta decena de piezas se exponen fotografías que muestran a Picasso junto a algunas de las piezas que reunió, a Apollinaire en el estudio del malagueño con una obra de las Islas Marquesas o una fotografía tomada por Claude Picasso en 1974 de la colección de obras de estas culturas que había pertenecido a su padre.

La consejera andaluza de Cultura, Rosa Torres, recordó hoy las palabras de Picasso después de su primer contacto con estas obras: "Cuando fui al Trocadero, fue increíble. Estaba solo, quería irme, pero no me iba y me quedaba, me estaba sucediendo algo. Las máscaras no eran unas esculturas como otras, eran algo mágico...".