El pasado mes de noviembre, el Colegio Oficial de Veterinarios de Cádiz organizó un homenaje al rejoneador y ganadero Álvaro Domecq Díez. Al final de la reunión, en la que intervinieron conocidas personalidades, el homenajeado, pese a su delicado estado de salud, sentado en una silla de ruedas, quiso dirigir unas palabras a los asistentes. Y dijo que sería la última vez que hablaba en público. Ayer, en Jerez de la Frontera, su ciudad natal, murió a la edad de ochenta y ocho años.

En la mente de los viejos aficionados se guardaba el nombre de los caballeros en plaza que se presentaron en la primera etapa del Coliseo Balear (1929-1936). Fueron tres: Antonio Cañero y los portugueses Antonio Luis Lopes y Simao de Veiga.

Después de la guerra, se registró una novedad, en septiembre de 1941 vino la primera rejoneadora, Beatriz Santullano, que lidió dos novillos de Alipio Pérez.

En aquel decenio, destacaba un caballero jerezano: Álvaro Domecq Díez. Encabezaba los carteles de lujo y se decía que destinaba sus honorarios a instituciones benéficas.

En 1944, en Palma, sólo se dio una corrida que fue de las peores de la historia. Pero, en la primavera siguiente, es decir, con mucha antelación, se anunció el fenómeno Carlos Arruza.

Al filo del estío, en un jueves, sin turistas, el ciclón mejicano llenó los tendidos y, en vista del éxito, al cabo de un mes, se repitió la misma terna (con Jaime Pericás y Pepe Martín Vázquez) y, además, Álvaro Domecq, que prologó el festejo rejoneando un novillo de Lamamié de Clairac. Una soberbia actuación que fue la única.

Este es el obligado punto de partida porque el rejoneador andaluz vino muchas veces a Mallorca. Por ejemplo, dos veranos más tarde para tomar parte en un festival que se celebró en la finca S´Avall (con invitación de los señores March-Delgado) y en el que rejoneó y toreó pie a tierra.

Se lidiaron dos novillos de Bohórquez, uno de Domecq y otro de Gandarias, interviniendo este ganadero, Pedro, el matador Juanito Belmonte y el aficionado Antonio Alba.

A la fiesta asistieron todas las autoridades de la isla y no faltaron unas bellas presidentas.

En el verano de 1963, se presentó como ganadero. La divisa azul y oro, decepcionó a los aficionados. Los seis astados de Torrestrella, fueron estoqueados por Pedrés, Diego Puerta y El Viti.

En las otras corridas, en las temporadas de 1969, 70 y 71 -con buenas combinaciones- se pudo decir lo mismo, esto es, que en el redondel palmesano no añadió nada a su fama de criador.

Al mismo tiempo, visitó varias veces nuestra ciudad acompañando a su hijo, el rejoneador del mismo nombre que ha sido el que más veces ha actuado en los cosos isleños.

Alvaro Domecq Díez se retiró en 1950, habiendo toreado en los ruedos de España, Portugal, Francia y Méjico. Tuvo dos equinos de gran valía: Presumido y Espléndida.

Por otra parte, en 1952 fue alcalde de Jerez de la Frontera y, cinco años más tarde, presidente de la Diputación gaditana. Además, estaba en posesión de la Gran Cruz de Beneficiencia y de la del Mérito Civil. Escribió varios libros sobre el rejoneo y los toros bravos.

Cuando recorría las arenas, se emitió el siguiente juicio: "Álvaro Domecq era el mejor de los rejoneadores españoles por el clasicismo y verdad con que practicaba las suertes del toreo a la jineta, citando con la rectitud del toro, yendo a él de frente y por derecho y esquivando la acometida con un ligero cuarteo, para clavar de alto abajo, no a grupas pasadas...".