Corría el año 1764 la última vez que Mallorca vivió un fenómeno similar al de ayer. Nadie, vivo, ha visto un fenómeno semejante en la isla. Por este motivo el Observatorio Astronómico de Mallorca (OAM) se llenó ayer de curiosos, especialistas e interesados, para ver desde primera línea, el eclipse anular de sol.

"He pedido el día libre para poder venir hasta aquí. Ha sido una buena excusa, mi jefe ha aceptado en seguida", admite María Teresa Capilla, una de las más de cien personas que acudieron a la cita.

Son poco más de las nueve de la mañana. Los niños de las escuelas todavía suben caminando por el camino que lleva de Costitx al Observatorio. Quedan libres las últimas plazas del aparcamiento y numerosos asistentes se agolpan frente a la puerta del centro, que permanece cerrado.

Momentos después, al entrar, dos guías explican el uso los artefactos para el público. "Tenemos tres telescopios de proyección en pantalla, uno grande doble con filtro especial y un último auxiliar de hidrógeno alfa que refleja los diferentes espectros del sol".

En el planetario se establece una conexión en directo con el observatorio de Cuenca. Y una nueva cúpula se abre para grabar el acontecimiento en video. "Hay dos cámaras, una de ellas con visión directa y la otra con un filtro que muestra la corona del sol, es el más espectacular", explica Juan Rodríguez, colaborador del centro.

"Lo mejor viene a las once. No os mováis de aquí, el sol se convertirá en un aro de luz", recomienda el director del observatorio, Salvador Sánchez. Y tocaron las once.

"Parece que no hemos pagado a Gesa y nos cortan la luz", comentan entre risas.

El ambiente se torna oscuro. Las nubes tampoco se lo quieren perder y aparecen en manada. Una amenaza para el espectáculo. Sin embargo, el público saca las gafas homologadas y sigue el evento con expectación.

Ha llegado la hora, y el sol, sin ruborizar, se mantiene sereno mientras la luna le pisa el terreno. El día se convierte en un simulacro de noche por unas horas.

Los fotógrafos no se pierden ninguna toma. "Las cámaras digitales pueden sacar instantáneas sin problema", avisan. E incluso los móviles se convierten en un buen recurso para retratar tan singular acontecimiento.

Pero los cuerpos celestes no tienen la meteorología a favor para presumir de su conjunción. El sol se convierte en anillo de oro. "Las nubes también sirven de filtro aunque se recomienda que lo miréis con gafas por los claros", dice Rodríguez.

Con el eclipse en su momento álgido, muchos optan por quitarse los anteojos especiales. El fenómeno, que hasta el momento se veía de color negro y naranja por el filtro, se puede contemplar ahora de forma natural.

Una vez cumplido su cometido, la luna se retira discreta sin que nadie pueda verla. Y así lo hacen también los asistentes. Si bien su duración llega a las 12.33 horas, el observatorio se vacía con anterioridad con la satisfacción de haber visto algo casi irrepetible.