Después de enfrentarse con un ejército de abejas salvajes, dormir en el foso de un castillo o vérselas con serpientes venenosas, a Marina Sancho, la única participante isleña en la Ruta Quetzal de este año, aún le esperaba ayer la sorpresa final de su aventura. Una calurosa bienvenida se preparaba en Son Sant Joan para esta intrépida jovencita que, con tan sólo 15 años, acaba de explorar durante 40 días tierras de Méjico, Portugal y España.

Un trabajo plástico sobre la ruta de los volcanes mejicana fue la llave que le permitió a Marina entrar en "una aventura larga, cansada, pero sobre todo impresionante" de la que ha logrado salir sana y salva. Una fisura en el dedo ha sido inevitable, pero ella desde luego no repara en la pequeña secuela fruto de una gran aventura en la que, además de toda una experiencia, ha conseguido"una casa por todo el mundo".

Trescientos jóvenes de 45 países diferentes han estado conviviendo durante toda una odisea de la que ha llegado triunfal gracias a unos padres que han estado "entrenándola para superar todos los obstáculos que le ponga la vida". Anoche, tras besos y abrazos, aún le quedaba un obstáculo más antes del merecido descanso: descargar las fotos del viaje y mirar la web de la ruta era para Marina más importante que la cama.