"Cada vez que empiezo una obra lo hago desde cero. Con las mismas incertidumbres e inseguridad, pero siempre con la misma pasión y deseo de seguir explorando", asegura Rafael Álvarez, El Brujo.

El artista ha representado la obra San Francisco, juglar de Dios de Dario Fo durante dos días seguidos en el Castell de Bellver. Él mismo se encarga de la producción, la escenografía y dirección, a la vez que le añade su impronta personal. "En Italia tienen unas raíces teatrales más fuertes; sin embargo, en España hay que explicar mejor a este autor para que lo entiendan".

El Castell de Bellver se está convirtiendo en un escenario de lujo para este tipo de eventos. "En estos lugares se puede practicar un teatro minoritario del que la gente sale conmovida, con la sensación de haber asistido a un baño de belleza y estética sólo por el entorno que lo rodea", asegura Álvarez. El especialista en obras picarescas se decanta por los escenarios pequeños. "Estos teatros populares todavía se encandilan con un juglar", concluye.

Hace veinticinco años que El Brujo subía por primera vez a los escenarios. "Miro hacia atrás y veo que el tiempo es un soplo, que pasa muy rápido", suspira. "Yo no sabía que el teatro me iba a deparar tanta satisfacción y tantas posibilidades de enriquecimiento profesional, psicológico, cultural e incluso espiritual. Le estoy muy agradecido", añade. Todavía hoy le queda aprender con lo que hace. "El arte se elige porque uno quiere ser constantemente sorprendido, y en este espacio cabe la improvisación", sentencia. Un nombre de referencia dentro de un espacio teatral determinado que define la fama como "un instrumento de trabajo que es imprescindible para dar a conocer lo que hago".

"No me gusta ver en lo que se ha convertido la televisión. Hoy en día salir en ciertos espacios es casi como para indemnizarte", bromea el actor refiriéndose a la fama.