Sin redes ni cañas, pero con mucha ilusión, el pasado sábado la plaza mayor de Sant Jordi se convirtió en una de esas tabernas marineras de antaño. A pesar del buen tiempo, muchos fueron los que se guarecieron en esta tasca para entonar las melodías de la IX Trobada d' havaneres i cançó marinera. Desde l'Empordà había llegado Terral que, junto a la banda local de los Arpellots, fueron los capitanes encargados de timonear desde el escenario una velada a ritmo de toques cubanos y versos de pescador.

No podían faltar en este puerto sin sal ni amarres los olores del mar. La torrada de sardinas evocaba la esencia de la gastronomía marinera, el aroma de tabaco en pipa despertaba a los viejos marineros y los efluvios de ron quemado resucitaban el espíritu de muelles añejos.Todo ello con un arte reflejado en la destreza de separar espinas y preparar licor a la llama de la vieja usanza.

Una estampa costumbrista que recuperaba una tradición musical de hace más de un siglo pero que no lograba reclutar jóvenes grumetes. A pesar de que algunos miembros de los Arpellots tan sólo ronden la mayoría de edad, el espíritu del auditorio no se caracterizaba por la jovialidad. Por ello, más que bailes y contoneos traídos desde La Habana, tuvieron que ser las palmas y los murmullos el alma de la fiesta pesquera.

Bajo un cielo de guirnaldas el espectáculo se ofrecía a todo aquél que se acercara, pero 3 euros hacían falta para degustar los frutos del mar y embriagarse de licor. Este año los Arpellots han tenido que imponer esta módica tasa portuaria ante la falta de ayudas de la administración que, para esta edición, no ha puesto ni pan ni peces. A pesar de la falta de apoyo institucional, esta formación, que además de banda es una asociación cultural, no cesa de luchar para recuperar de la memoria histórica canciones que recuerdan los estrechos vínculos que un día España tuvo con Cuba y de rescatar bandas sonoras del fondo del mar.