Eivissa puede ser demasiado trepidante para Michael Douglas, pero Bill Clinton ha sucumbido a su embrujo. El ex presidente norteamericano ha declarado que no ha dejado de disfrutar ni un solo día de su existencia. Para ser coherente con esta máxima, mañana tiene prevista su llegada a la mayor de las Pitiusas.

La visita que Clinton ha anunciado a Eivissa tiene un carácter estrictamente privado. Es probable que su estancia se prolongue a lo largo del fin de semana. La ausencia de compromisos oficiales no simplifica la tramoya que acompaña a un mandatario norteamericano, en activo o en la reserva. El séquito que acompaña al ex presidente asciende a unas 60 personas.

Tranquilizado por el aparato que le custodia, Clinton no comparte los temores de sus compatriotas a visitar Europa. La estancia en Eivissa supondrá un respiro a la ajetreada gira de presentación de su autobiografía, My life. Pese a que contiene más de un centenar de páginas dedicadas a su infancia, el voluminoso libro ha registrado un éxito tan arrollador que amortizará los diez millones largos de euros percibidos por su autor.

Eivissa será la geografía más meridional visitada por Clinton en Europa. Hasta el pasado martes permaneció en Londres, donde se formaron colas de centenares de personas a las puertas de la céntrica librería donde iba a tener lugar la firma de ejemplares. Con anterioridad se desplazó a Berlín, también con misiones promocionales.

El ex presidente más joven de Estados Unidos muestra un apego especial por Balears. Su debut en Eivissa será su tercera escala en la Comunidad. En 1997, el Rey le invitó a pasar unos días en La Almudaina. Hace tres años, y ya fuera de la Casa Blanca, descansó en casa de Cristina Macaya, los días previos a una conferencia. Se le considera el presidente más apreciado de la historia de su país, a la altura de Kennedy y de Lincoln, por encima incluso de Franklin Roosevelt.