S'Escorxador recuerda más a unos pabellones de una exposición universal que a su triste función

de matadero

Desde el lugar en donde estuvieron las murallas de Palma, o sea, las Avingudes, hasta los cines Renoir, se puede ir caminando por ejemplo por Blanquerna, que tiene nombre de personaje de Ramon Llull y de palacio bizantino. En esta calle de grandes árboles todavía sobreviven bastantes casas no demasiado altas, de trazas parecidas a las que se ven en los pueblos de Mallorca, quizás un resto de lo que pudo ser, y no fue, el por otro lado bastante feo Eixample de Palma. En la esquina con la bulliciosa Antoni Marqués hay una cafetería acogedora, Bon Gelat, refugio de escritores y de espectadores que van al vecino Rívoli, que ahora son tres salas pero que sigue pareciendo un cine de los de antes.

Por Blanquerna se llega a Santa Pagesa. Antes, con su parroquia de austeridad extrema y la galería de arcos aneja, parecía una plaza de pueblo, ahora, desde que los accesos al aparcamiento subterráneo presiden tres cuartas partes de la plaza, no sé exactamente qué parece, me da la impresión de que el lugar de tertulia vecinal se ha trasladado a los extremos, unos breves tramos peatonales, agradables, con pequeños bancos. La cercana plaza París, en realidad, son dos medianos triángulos de verde y árboles. Lo más parisino de esta plaza, además de su nombre, es el edificio en hierro y piedra de s'Escorxador, que se ve al fondo y que se asoma a la calle de la emperatriz francesa Eugenia de Montijo.

S'ESCORXADOR, con sus muros rojizos, como por ejemplo los de cuartel Conde Duque de Madrid, recuerda más a una estación o a unos pabellones de las exposiciones universales de finales del XIX o primeros del XX, que a lo que debieron ser sus tristes funciones de matadero. Por la plaza Gaspar Bennàzar, que lleva el nombre de su arquitecto, se accede a los Renoir. Ahora acaban de abrir una cuarta sala, en un local vecino. En los Renoir te dan, a la entrada, unas hojas en letras azules con la sinopsis de la película, la ficha técnica y la artística e información sobre la misma. No me he encontrado personalmente esta práctica en ningún otro cine de Palma, salvo los Chaplin. También los Chaplin deseo que sigan surcando por muchos otros cuartos de siglo las pantallas de sus salas oscuras.

LA TAQUILLA de los Renoir, un casetón de madera, debe ser una de las más bonitas de todos los cines de este país. Enfrente está el kiosko, también de madera, con la cabecera de DIARIO de MALLORCA en el toldo.

El interior del café Can Pere Gri, con esas tonalidades rosadas y la madera de s'Escorxador, me recuerda un poco al del hotel Beltrán, en la avenida General Flores de Colonia del Sacramento, en la orilla uruguaya del Río de la Plata.

Estos pequeños cines en edificios de hace un siglo, rodeados de parterres, árboles, palomas y colores coloniales, son una isla poblada de furtivos lectores de páginas en letras azules.