Sobre todo hacia fines del otoño, cuando los oscuros nubarrones cuelgan profundamente sobre el paisaje de colinas de la región de Berry, en el centro de Francia, los inmensos robles, hayas y olmos tienen un aspecto sombrío y amenazante. Por eso, la escritora francesa George Sand le decía Vallée noire, el "valle negro", a esta zona alejada 260 kilómetros de París, ubicada entre las poblaciones de Nohant y Chateauroux.

En este "paraíso salvaje" se replegó la escritora nacida en París, de cuyo nacimiento se cumplieron 200 años el pasado 1 de julio, para escribir sus novelas sobre la sociedad y las mujeres. El molinero de Angibault, La pequeña Fadette o El pantano del diablo son algunas de sus novelas más conocidas, ambientadas en esta naturaleza idílica que hoy es atravesada por la Route George Sand.

El punto de partida de este recorrido romántico, que lleva hasta el encantador refugio de Gargilesse, es su finca campestre y solitaria de Nohant, en la que pasó muchos años junto al compositor Frédéric Chopin. El pueblo pequeño y romántico consiste en apenas veinte casas. En aquel entonces vivían allí sobre todo campesinos, que hablaban de George Sand como "la buena señora de Nohant". Y es que cuando la hija de un noble polaco, cuyo árbol genealógico llega hasta el príncipe de Sajonia, no escribía o no recibía a sus elegantes invitados, daba clases de lectura y escritura a los niños de la zona.

Hoy aquellas sencillas granjas se convirtieron en distinguidas casas de campo, cuyas fachadas de arenisca están cubiertas con hiedra, o en restaurantes de lujo, como el del hotel de tres estrellas Auberge de la Petite Fadette, que se encuentra justo enfrente de la finca de la escritora, la propiedad más bonita y más grande de Nohant.

George Sand nació en el tercer arrondissement de París, pero fue criada en Nohant por su abuela. Desde los cuatro hasta los 72 años vivió en la casa señorial del siglo XVIII, salvo algunos períodos que pasó en París o en Mallorca con Chopin.

Allí recibía a la crème de la crème de la sociedad parisina: Franz Liszt, Victor Hugo, Honoré de Balzac y Gustave Flaubert no tenían ningún problema en viajar tres días para disfrutar a veces veranos enteros de la hospitalidad de Sand y del comedor inundado de luz.

En este salón adornado con madera oscura nada fue modificado. Incluso la porcelana elegida por la escritora con dibujos de frutas del bosque se puede ver sobre la mesa. Sand solía sentarse en el extremo superior, donde hoy un cartel plateado con su nombre indica el puesto de la señora de la casa.

Justo junto al salle à manger está el salón azul. Sobre el piano en un rincón a la izquierda ensayaban sobre todo Sand y sus dos hijos. Chopin nunca tocó ese instrumento, a pesar de que vivió con la escritora entre 1838 y 1847. Eso sí, compuso la mayor parte de sus obras allí. La jarra de cobre brillante, que adorna una sencilla cocina con un suelo de azulejos con rastros de fuego, también da fe de la presencia de Chopin en Nohant. El compositor polaco adoraba el chocolate caliente, sobre todo cuando estaba enfermo.

"Muchas veces Sand debía cuidar de Chopin. Era una buena enfermera. Su primer médico de cabecera, el doctor Deschartes, le enseñó anatomía y a usar algunos sencillos remedios caseros. Más adelante, incluso, actuaba de médico del pueblo en Nohant", señala el director del Museo George Sand, Georges Beisson.

Sand era una gran trabajadora. Muchos de sus alrededor de 180 libros los escribió en el pequeño estudio, en general de noche. Tenía una gran fantasía y las historias parecían salir por sí mismas de su pluma. "En usted las ocurrencias fluyen abundante e incesantemente como una corriente. Yo tengo que realizar ingeniosos artificios para generar una caída de agua", escribió Gustave Flaubert en 1866 a Sand.

"Paso la noche con la nariz en un armario", solía bromear la autora emancipada, cuando escribía su autobiografía (que llegó a los veinte tomos) en esta pequeña habitación. Y es que la feminista, nacida como Aurore Dupin, tenía mucho que contar: de su divorcio tras nueve años de matrimonio con el barón Casimir Dudevand, un paso muy valiente a comienzos del siglo XIX; de su amor por el joven escritor Jules Sandeau, del que al principio tomó prestado el nombre artístico masculino, y de su turbulenta relación con el poeta Alfred Musset. De su lucha contra las presiones del matrimonio, su participación en 1848 en la revolución y su cariño por sus dos hijos, para cada uno de los cuales hizo plantar un cedro en el jardín tras su nacimiento. Aún hoy se pueden ver los árboles desde su dormitorio.