Aunque debutó en el mundo de la danza de la mano de su padre, el bailarín Antonio Gades, su vocación, también artística, era otra. Podría haberse dedicado a la canción porque ha heredado la voz de su madre, la popular Marisol, pero optó finalmente por el cine. Con más de una decena de películas a sus espaldas y un talento envidiable, María Esteve (Argentina, 1974) ha aparcado su vertiginosa carrera para dar un impulso a la danza de este país. Desde la fundación que preside promueve la conservación del patrimonio artístico de su padre "para que no se pierda su legado" Esta noche, la compañía presenta en el Auditòrium Bodas de Sangre y Suite Flamenca .

- Una tarea difícil la de impulsar el baile en este país.

- Alguien tenía que hacerlo. Me resulta muy triste saber que ha habido grandes coreógrafos en España cuya obra, a su muerte, se ha perdido por completo. Todos los que formamos parte de la Fundación Antonio Gades tenemos una responsabilidad cultural no sólo con el trabajo de mi padre y del resto de veteranos sino también con los jóvenes que empiezan.

- La danza, esa gran discriminada...

- Es la hermana pobre de la cultura, quizás por motivos históricos. Este país vivió durante mucho tiempo una dura dictadura donde el baile no estaba bien visto. Muchos profesionales emigraron a otros países precisamente por este motivo. Esto explicaría por qué el público no está tan sensibilizado con esta disciplina. Además faltan ayudas y, a veces, el esfuerzo y la ilusión no son suficientes.

- ¿Habría que pedir al Gobierno que elaborase una Ley de la Danza como la del Cine?

- Hay que exigirla. Se habla de conservar la cultura y el patrimonio y no hay disciplina que refleje mejor lo que es y lo que ha sido este país que la danza. Por ejemplo, Antonio Gades tenía un respeto profundo por los pueblos de España y eso se refleja en su obra, con personajes y temática de aquí. Pero hubo un tiempo en el que se despreció el flamenco y parecía que era un baile sólo para turistas. Hay que dar un toque de atención, ser sensatos y demostrar que la danza puede y debe ser un arte.

- La compañía Antonio Gades, en ese empeño, recupera 26 años después de su estreno Bodas de sangre, un espectáculo con el sello inconfundible del bailarín ¿cómo suplir su ausencia?

- Hemos perdido al Antonio Gades bailarín pero nos dejó toda su coreografía, su concepto genial de la danza. No queremos ni pretendemos que nadie sustituya a Gades, sería imposible. Por eso, nuestro primer bailarín, Adrián Galia no intenta imitarlo, sólo sentirlo.

- ¿Le sorprende el éxito de público?

- Sí y no. Es que este montaje tiene un valor añadido ya que recupera el flamenco como medio para contar una historia. Y luego está el cuerpo de baile; todos sus integrantes son muy normales, nada de figurines. Representan al pueblo, un pueblo que baila y todos, gordos y delgados pueden hacerlo. Esto es lo que produce empatía con el público.

- Italia, Francia, Japón, Brasil ... ¿Le queda tiempo para sus proyectos profesionales?

- Estoy completamente implicada en la Fundación. Somos una entidad joven y hasta que no esté todo encaminado no puedo dejarla ir sola. Elegir siempre supone renunciar a algo y yo, por ahora, he dejado aparcada mi carrera profesional, pero merece tanto la pena que ni me lo planteo. Aunque cuando llegue un proyecto interesante no podré decir que no.