Hay un universo creciente y cada vez más habitual de abogados matrimonialistas, psicoterapias de pareja, infidelidades, separaciones, vueltos a casar criando hijos ajenos, padres cuyos hijos son criados por las parejas de sus ex, crisis, angustias, empobrecimiento y una serie de calamidades ¿El culpable? La fugacidad del enamoramiento.

Sin enamoramiento no habría parejas y, por lo tanto tampoco familias.

Así como para las religiones hay un indiscutible criterio moral que considera malo lo que rompe la pareja y bueno lo que la haga perdurar, para los psicólogos lo malo es lo que produce padecimiento psíquico y frustración.

No hay escapatoria: la extinción del enamoramiento es negativa tanto si se han de sufrir las consecuencias del derrumbe del proyecto de pareja como si se opta por sostener una pareja vacía de entusiasmo.

¿En que consiste el enamoramiento? Básicamente en la atribución de un estado de excepcionalidad al ser amado. En otros términos una idealización que exagera lo bueno y niega los defectos.

Como "el amor es ciego" la elección de los enamorados suele estar viciada de irracionalidades y puede estallar tarde o temprano.

Sin embargo la solución a este problema no está exclusivamente en el terreno de la lógica y el pensamiento racional. Vale la pena destacar que ni siquiera para comprar un sartén somos totalmente racionales. Tanto menos en la elección de pareja. Por eso a los occidentales nos resulta incomprensible la arraigada costumbre de muchas culturas de concertar la constitución de una pareja por parte de los padres.

Hace unos años coincidí en Inglaterra con un joven investigador indio que vive y trabaja en Europa. Estaba preparando un viaje a su tierra para casarse con una joven que no conocía y que habían elegido sus padres. Lo interrogué sobre como vivía esa situación imaginando una respuesta angustiosa y, para mi sorpresa, me dijo con naturalidad, "quien mejor que mis padres para saber lo que me conviene". Y debo decir que, pasados varios años ya, no le fue nada mal.

Sin embargo, y dado que la cultura a la que se pertenece modela hasta las emociones más primarias de un modo difícilmente modificable, los occidentales no podemos concebir el amor solo en base a las razones prácticas sin imaginar algo aburridísimo.

"De poetas y de locos todos tenemos un poco" dice el soneto de Calderón de la Barca. Es impensable constituir una pareja o cualquier proyecto entusiasta sin una pizca de poesía, locura e idealización.

¿Entonces cual es la solución?

Pues, la clave podría estar en la frase "Todo es veneno, nada es veneno: la diferencia está en la dosis". El autor de ella, fue Paracelso, seudónimo de Theophrastus Bombastus von Hohenheim médico y químico suizo que vivió entre 1493-1541.

En el campo de la vida amorosa, como en el resto del funcionamiento psíquico, la diferencia entre normalidad y patología radica en una cuestión de proporciones y equilibrios. Una advertencia: los equilibrios, cuando se logran, no son eternos. En otras palabras para que el San Valentín de cada año nos encuentre cruzando gestos, regalos y notas de amor, hay que trabajar duro, ya se sabe que el que quiera comer peces...

* Psicólogo Clínico y Psicoanalista.