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Roger Bernat: "Ya que los políticos hacen mal teatro, al menos los teatreros hagamos buena política"

La propuesta escénica de Bernat y Duyvendak podrá verse en la Sala Petita del Principal los próximos días 22 y 23 de marzo a las 20.00 horas - "El público es Hamlet, es el que tiene que decidir si ser o no ser, si el acusado es culpable o no lo es", explica el director

El director de teatro Roger Bernat. joan solé martí

Please, continue (Hamlet), de Roger Bernat y Yan Duyvendak ha estado en numerosas ciudades de todo el mundo y en cada una ha ocurrido algo distinto con el acusado: "Le han caído diferentes condenas y también le han absuelto", dice el director de este experimento que junta a profesionales de la judicatura, del teatro y el poder del público. El espectáculo podrá verse en la Sala Petita del Principal los próximos días 22 y 23 de marzo a las 20.00 horas.

P ¿Por qué decidieron juzgar a Hamlet?

R En el fondo empezamos el proyecto con un dossier de instrucción de un caso de sucesos en Marsella en el que una persona había matado a otra en circunstancias extrañas, en un barrio desfavorecido de la periferia de Marsella. Pero nos planteamos que volver a juzgar a una persona por la que el acusado ya estaba pagando una pena, no nos pareció ético, juzgar a alguien con nombres y apellidos. Así que cambiamos el nombre, nos quedó un híbrido entre un juicio de la vida cotidiana y un juicio literario. La presencia de Hamlet al final es anecdótica.

P ¿Qué aporta a la obra que los personajes que interpretan al juez, abogado, fiscal, forense y psiquiatra sean profesionales reales?

R Creo que permite ver a todos la parte dramática de un juicio sin la presión de saber que esa persona irá a la cárcel o quedará liberada. Y a la vez permite que el público esté en el lugar del jurado popular y pueda decidir qué veredicto caerá sobre Hamlet.

P ¿Por qué implicar al público?

R El espectáculo funciona cuando el público, a medida que se va desarrollando el juicio, se da cuenta de que cuando habla el abogado tiene la necesidad de absolver al acusado y cuando habla el fiscal queda convencido de que Hamlet es culpable. Los presentes normalmente van transitando de un lugar a otro, y esto te pone ante la inquietud de no saber cuál es la verdad.

P ¿La hay?

R Bueno. Te das cuenta de que lo más difícil no es encontrar esa verdad, sino que uno decida cómo se coloca frente la responsabilidad de tomar una decisión. Hamlet ha recibido todo tipo de condenas y absoluciones. Al final, el público es Hamlet, el que tiene que decidir ser o no ser, condenar o no condenar, y si hay suficientes elementos para encarcelar a esa persona o no.

P ¿Con qué intención plantearon esta obra?

R Enfrentar al público a dos ficciones, la teatral y la judicial. Al final, de lo que se trata es de confrontar ficciones, la de los actores y jueces, la del relato de la defensa y el de la fiscalía. La realidad es la parte ganadora de una lucha entre dos ficciones. Y ahora que estamos en medio de este juicio de los políticos encarcelados se ve como nunca esa lucha entre dos relatos, dos ficciones que intentan legitimarse a partir del veredicto de un juicio. El juez dirá cual de las dos se dará por buena.

P ¿Hay más teatro en la calle o en los escenarios?

R En la línea de lo que estábamos comentando, la de la calle es una ficción que damos por buena. Los escenarios nos muestran que la realidad podría ser otra, es un lugar que nos permite dudar de la realidad en la que nos encontramos. Estamos en un mundo en el que, desde el momento en que se cae el bloque comunista, la economía tiene que ser de mercado o no puede ser. La realidad cae como un peso imparable. Y en un mundo en el que podemos decidir sobre muchas cosas, no podemos decidir sobre las importantes, que conforman así una realidad inamovible.

P Repite mucho una cita de Walter Benjamin que dice que "desde que la política se convierte en espectáculo, el espectáculo se convierte en política". ¿Por qué?

R Me gusta imaginarme que desde el teatro podemos ser políticos con más sex-appeal, con más gracia y más finura que los actuales. Ya que los políticos hacen mal teatro, al menos los teatreros hagamos buena política. Porque es verdad que vemos a políticos constantemente que repiten discursos que no se creen, y lo que se le pide a un político es que al menos haga ver que se lo cree. Ya que el mundo de la política nos roba el trabajo de interpretación, quizás nos podemos volcar no solo a hacer buen teatro, sino también buena política.

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