Aunque en la guía internacional sobre salud mental estadounidense de referencia se incluye dentro de la clasificación de trastorno dismórfico corporal, un creciente grupo de especialistas considera la dismorfia muscular un tipo de trastorno de la alimentación que podría considerarse una anorexia inversa: chicos que nunca consideran su cuerpo lo suficientemente musculado.

Según explica la doctora Ana Rosa Sepúlveda, profesora de Psicología Infantil y Adolescente de la Universidad Autónoma de Madrid, existe un gran porcentaje de jóvenes que padecen dismorfia muscular y que no han recibido diagnóstico ya que a los ojos de su familia y de la sociedad son chicos que siguen un estilo de vida saludable.

Sin embargo, este trastorno que suele denominarse de forma popular 'vigorexia', a pesar de que profesionales como la doctora Sepúlveda rechazan el término por estar asociado a una especie de vigor y vitalidad que en sí mismo aporta connotaciones positivas, supone para quienes lo padecen graves consecuencias para la salud física y mental.

Los datos de prevalencia de estudios realizados en una muestra representativa de 470 universitarios argentinos muestran que hasta un 7 por ciento padece en algún grado este problema, un dato que en España se desconoce y que puede rondar cifras similares, y que sugiere una proporción de 10 a 1 entre el género masculino y femenino en los afectados.

"El trastorno se ha ligado a los gimnasios en los que se trabaja la musculatura, se trata de un problema de salud que obsesiona y aísla a quien lo sufre, como sucede en la anorexia nerviosa, pero que como el problema no se considera como tal, no se identifica y es de difícil diagnóstico", apunta Dra. Sepúlveda.

Igual que en el caso de las mujeres estos chicos son víctimas de la presión social por tener un cuerpo perfecto, delgado, sin grasa, y de las dietas para conseguirlo. Hasta un 5% de la población joven femenina que mantiene ideas de este tipo de ideal de belleza sigue conductas dirigidas a conseguirlo como forma de vida.

"No se considera un trastorno alimentario porque no hay una entrevista clínica que ayude a su diagnóstico, sin embargo cuando se aplican tratamientos psicólogicos que incluyen a la familia como así son los destinados a los trastornos de la alimentación, los síntomas mejoran, no es así cuando sólo se tratan como un trastorno dismófico corporal, donde está realmente clasificado", argumenta la doctora Sepúlveda. En la dismorfia corporal los afectados pueden no salir de su casa o someterse a múltiples operaciones estéticas por creer que tienen un defecto físico grave que sólo está en su imaginación.

"Los chicos hacen cambios en su vida en cuanto a la alimentación, dedican muchas horas al gimnasio y creen que las modificaciones en su imagen corporal mejorarán las relaciones con las chicas. El tratamiento para la conducta alimentaria aplicado al trastorno dismórfico corporal muestra que existen las mismas resistencias al cambio que en las chicas con anorexia nerviosa", comenta la psicóloga.

Esteroides y alimentación dirigida

Lo más grave de esta obsesión por el cuerpo musculoso y la percepción de que nunca es suficiente son las cargas que genera: un abuso en el consumo de esteroides para conseguir resultados que se tardan meses en lograr, pasan a lograrlo en un tiempo muy reducido.

Los efectos de este consumo abusivo de anabolizantes son un mal funcionamiento de los riñones, síntomas depresivos y psicóticos, el principal motivo para llegar hasta la consulta médica con la sensación de sufrir una depresión. Además, el objetivo de tener más relaciones sexuales se ve frustrado por el hecho de que los esteroides también tienen entre sus efectos secundarios con una pérdida de la líbido.

"Estos chicos emplean frases similares a las que usan las pacientes de otras patologías alimentarias. La dieta y la forma de alimentarse se ve en gran medida modificada ya que es hidrato-proteica, comen muchas veces al día (hasta en siete ocasiones) para poder aguantar el rendimiento físico y pesan los alimentos, miran sus calorías para evitar las grasas y tener cuerpos atléticos o proporcionar suficientes proteínas a los músculos", comenta la doctora Sepúlveda.

La familia, básica en el tratamiento

Los efectos son tales que al hablar con la familia se observa una gran carga en las madres, muchas cocinan 5 veces al día y, si no hay alguna comida en especial que toman sus hijos, éstos se enfadan de forma ostentosa, como en otras patologías alimentarias en que las pacientes cuestionan sobre si se han cocinado con aceite de oliva o si lo han hecho a la plancha, etc.Se toman productos específicos a veces de alto precio como los batidos proteicos, los productos ecológicos o sin grasa. Además, las relaciones de estos chicos con los amigos cambian, ya que prefieren no salir porque no consumen bebidas con alcohol o refrescos porque tienen demasiadas calorías o bien dejan o reducen las actividades sociales, y no practican deportes de equipo sino individuales como acudir al gimnasio.

Estos chicos desarrollan síntomas afectivos y sus hábitos llevan en marcha años e intervienen en ellos sus padres, que en muchos casos sostienen económicamente esta forma de vida, los productos y herramientas de entrenamiento que necesitan manteniendo así la problemática.

"Es necesario generar nuevas medidas de cribado y ser muy conscientes y sensibilizar en los gimnasios, si hay perjuicio de salud física o mental no es una forma de vida sana, es un problema psicológico", comenta la psicóloga.