Con la llegada del mes de junio arranca oficialmente la temporada de verano. A partir de ahora, las playas y piscinas de toda España se empezarán a llenar de ciudadanos deseosos de broncearse la piel y lucir moreno. Pese a que ya se ha repetido en multitud de ocasiones y por activa y pasiva que este hábito no es demasiado saludable para nuestro cuerpo y especialmente para nuestro piel, se trata de una costumbre tan arraigada en nuestra sociedad que resulta difícil conscienciar a los ciudadanos de los efectos perjudiciales que el sol puede tener para nuestro organismo. Además, existen también muchos mitos y falsas creencias sobre la exposición al sol.

No debemos olvidar que exponerse a la radiación solar conlleva unos riesgos para nuestra salud y por tanto, debemos proteger nuestra piel y con responsabilidad para evitar males mayores.

Ponernos un protector solar no significa que podamos pasarnos horas y horas tumbados bajo el sol. También debemos tener en cuenta que las cremas solares no son invencibles frente al agua o la arena. Los protectores nos ayudan a protegernos, pero no nos inmunizan frente al sol y mucho menos frente a las enfermedades causadas por la radiación.

Por regla general, se recomienda que cuando nos expongamos a la radiación solar lo hagamos con protecciones físicas como un gorro, una camiseta, una sombrilla..., además lógicamente de una adecuada crema solar.

En estas líneas, la dermatóloga Ariadna Ortiz-Brugués nos ofrece 10 consejos que nos ayudarán a evitar las quemaduras del sol durante estos próximos meses.

Aplícate el protector solar antes de la exposición al sol y renueva frecuentemente su aplicación, sobre todo después de cada baño. Debe ser una crema adaptada a las características de nuestra piel. Lo ideal es que sean fotoestables, es decir que la capacidad del filtro solar permanezca estable ante la exposición solar o del agua.

Exponte progresivamente al sol y evita la exposición solar entre las 12 y las 16 horas.

Evita las sesiones bronceadoras con lámparas de rayos UVA, ya que contribuyen a la aparición de cánceres cutáneos y aceleran el envejecimiento cutáneo.

En bebés y niños menores de 3 años limita la exposición solar a los extremos horarios, principio de la mañana o final de la tarde y protégeles con un fotoprotector de alta protección a fin de preservar el mayor tiempo posible su capital solar. En efecto, la piel conserva la memoria de todas las radiaciones recibidas durante toda la vida. Cuanto más importante ha sido la dosis de radiación recibida, mayor es el riesgo de aparición de cánceres en la edad adulta.

No olvides que también puedes quemarte realizando cualquier actividad al aire libre: montando en bicicleta, paseando, realizando deporte, en el jardín... En todas estas ocasiones aplícate un fotoprotector. "Hay que tener en cuenta que a cuánto más altitud mayor exposición solar", recuerda la experta, quien sobre todo destaca la importancia de extremar el factor de protección a la hora de esquiar.

Ten en cuenta aquellas circunstancias que comportan un riesgo suplementario o una falsa seguridad: altitud, nubosidad, superficies reflectoras (nieve, arena, hierba, agua), viento fresco...

Protégete con gorra y gafas de sol con cristales homologados capaces de filtrar los rayos UVA y UVB. A los niños, además, protégelos con una camiseta seca y opaca: una camiseta mojada deja pasar los rayos UV.

Sécate bien después de cada baño. El 'efecto lupa' de las gotas de agua favorece las quemaduras solares y disminuye la eficacia de los protectores solares aunque éstos sean resistentes al agua.

Bebe agua en abundancia y frecuentemente. El sol deshidrata nuestro organismo. Vigila sobre todo a las personas mayores, cuya sensación de sed está atenuada y a los niños, cuya necesidad de agua es importante y sus centros de termoregulación son todavía inmaduros.

Si adviertes que una peca o lunar cambia de forma, tamaño o color, consulta a tu dermatólogo.