Existen 14 millones de españoles hipertensos. La hipertensión consiste en una elevación de la tensión arterial crónica y mantenida. Una toma puntual elevada no supone padecer la enfermedad pues la tensión debe mantenerse elevada a un valor igual o superior a los 140/90 mmHg en la mayoría de mediciones. Cuando la tensión sistólica supera los 180 mmHg se produce lo que se denomina crisis hipertensiva.

Según explica Nieves Martell, presidenta de la Sociedad Española de Hipertensión-Liga Española para la Lucha contra la Hipertensión Arterial (SEH-LELHA), entre el 35% y el 40% de la población española padece hipertensión, un porcentaje que asciende hasta el 60% en los mayores de 65 años. "Cada vez hay más hipertensión debido al aumento en la obesidad, que comienza ya en la adolescencia, y del sedentarismo", aclara Martell.

Los factores de riesgo de la hipertensión incluyen los factores genéticos, cuando existen muchos casos en la familia es más común que se desarrolle más pronto o más tarde, la obesidad, una mala alimentación, en la que existe un consumo elevado de grasas perjudiciales y sal, y el sedentarismo.

Es habitual que la hipertensión esté infradiagnosticada ya que puede no dar síntomas. El 30% de los hipertensos no está diagnosticado y por tanto no tratado, esto quiere decir que si la hipertensión evoluciona se pueden producir complicaciones cardiacas como insuficiencia cardiaca, infarto, insuficiencia renal e incidentes cerebrovasculares graves.

Martell aclara que hay que distinguir entre hipertensión esencial, la más común y ligada con los factores de riesgo, y la hipertensión secundaria cuya causa está en otra enfermedad de base. Entre el 10% y el 15% de los hipertensos tienen hipertensión secundaria que puede resolverse si la enfermedad de base se trata. Entre las causas de la hipertensión secundaria están la insuficiencia renal, alteraciones tiroideas, vasculitis o el hiperaldoteronismo.

Los peligros de los picos de tensión

Una crisis hipertensiva sitúa la tensión sistólica por encima de los 180mmHg. La gravedad depende del paciente y del cuadro clínico que le acompañe. "La crisis hipertensiva puede tener consecuencias muy graves en los órganos diana más dañados por la hipertensión que son cerebro, corazón y riñón e incluso provocar la muerte", explica Martell.

Los aumentos bruscos en la tensión son más comunes en hipertensos, estén diagnosticados o no. Martell, jefe de servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario Clínico San Carlos de la Comunidad de Madrid, señala que las causas más comunes son dos:

Olvidar la medicación: la adherencia al tratamiento es fundamental en la hipertensión para mantener los niveles de tensión estables.

Transgresión dietética: un consumo excesivo de alimentos con altos niveles de sal puede descompensar en gran medida la tensión arterial y tener consecuencias como una crisis de hipertensión.

Otros motivos por los que la tensión arterial puede subir de forma brusca son:

Apnea del sueño: la obesidad es un factor de riesgo para la hipertensión, al igual que para la apnea del sueño. Entre los mecanismos fisiológicos que se ponen en marcha al reactivarse el organismo tras una parada respiratoria durante el sueño debido a este trastorno está la elevación brusca de la presión sanguínea. En estos casos el tratamiento de la apnea mediante dieta y los sistemas de aire positivo disminuirán los riesgos asociados a los picos de tensión.

Crisis de ansiedad: en estos casos lo primero es identificar que se trata de una crisis de ansiedad y si es así tratarla con fármacos específicos ya que es la causa de la subida brusca de tensión. Si se están tomando fármacos antihipertensivos aumentar la dosis puede ocasionar incluso un desmayo.

Ejercicio físico: mientras se está haciendo ejercicio es habitual que suba la tensión y si el hipertenso no está diagnosticado en su caso subirá más que en una persona sin hipertensión. Sin embargo, cuando se realiza ejercicio físico lo normal es que los niveles sean inferiores a 180.

Cómo actuar ante una crisis de hipertensión

Una crisis de hipertensión puede cursar sin síntomas o presentar síntomas difusos como dolor de cabeza, mareo, taquicardia, dolor en los ojos o más graves como dolor en el pecho.

Atención médica inmediata: cuando se produce una crisis de hipertensión la persona debe ser atendida por un médico para que evalúe el cuadro que está sufriendo y determinar si se debe a una crisis de ansiedad o hipertensiva.

Ser conscientes de la gravedad: la crisis hipertensiva puede llevar al paciente a una insuficiencia cardiaca, un ictus o un cuadro serio que podría conducir a la persona a la muerte. "Depende de la gravedad del cuadro de base que padezca el paciente será capaz o no de soportar una subida de tensión. Si por ejemplo existe una insuficiencia cardiaca de base la crisis hipertensiva puede ser muy grave", aclara Martell.

Procurar que la persona no se ponga nerviosa: mientras se consigue acceder a la atención médica es importante tranquilizar a la persona para que el nerviosismo no contribuya a elevar la tensión aún más.

Martell aclara que si estos picos de tensión se producen de forma frecuente el médico tendrá que derivar al paciente a una unidad específica de hipertensión para estudiar las causas secundarias asociadas a estos desequilibrios.