La aparición de "hilitos", "moscas" o "telarañas" móviles es un síntoma tremendamente frecuente en la consulta oftalmológica diaria que preocupa a muchas personas. ¿A qué se deben? ¿Tiene cura? ¿Cuándo dejaré de verlas? ¿Es peligroso?. Las moscas volantes se deben a cambios degenerativos en el humor vítreo, que es la "gelatina" que rellena la cavidad vítrea.

Si pensamos en el ojo como una pelota hueca y la cortamos por la mitad observaremos varias cavidades y estructuras. Si vamos de delante hacia atrás, lo primero con lo que nos encontramos es la córnea (transparente), a continuación un espacio (la cámara anterior) ocupado por un líquido transparente (el humor acuoso), el iris (da el color de nuestros ojos), seguidamente el cristalino y tras él una gran cavidad que lo separa de la retina.

La retina tapiza el interior del ojo y actúa como si fuera el carrete de una cámara de fotos encargándose de la recepción de las imágenes que serán después enviadas al cerebro a través del cable de la cámara (el nervio óptico). En el espacio existente entre el cristalino y la retina, la cavidad vítrea, se localiza el humor vítreo.

El humor vítreo, cuerpo vítreo o vítreo es un líquido gelatinoso transparente que está compuesto en un 99% por agua, y en el resto por pequeñas cantidades de cloro, sodio, glucosa, potasio, colágeno, ácido hialurónico y proteínas. Contribuye a mantener la forma del ojo, ocupando cuatro quintas partes de su volumen total y carece de vasos sanguíneos.

La función del vítreo es fundamental durante el desarrollo intrauterino del ojo, en las fases embrionaria y fetal, pero tras el nacimiento su único objetivo es mantenerse transparente para que la luz pueda así pasar a su través hasta la retina. Muchas personas que han sido sometidas a cirugía de retina que han precisado la eliminación del vítreo (vitrectomía) tienen "suero" (básicamente agua) en su lugar sin que la función del ojo se vea perjudicada, el paciente no nota nada.

Con el paso del tiempo y el envejecimiento tiende, como el resto del cuerpo, a deteriorarse, va perdiendo agua y su volumen disminuye. Al ir poco a poco encogiéndose el vítreo, que está sujeto a la retina, tiende a tirar de ésta para soltarse. Como la unión es más débil en la parte posterior, cuando se suelta se produce un desprendimiento posterior de vítreo (DVP).

Conforme se va colapsando, la pérdida de agua hace que las proteínas vítreas se condensen y dejen de ser transparentes, apareciendo así pequeñas opacidades o puntitos negros ("moscas volantes" o miodesopsias). En ocasiones dichas opacidades pueden verse como hilos, telarañas, etc que se mueven con el movimiento del ojo, y se perciben más sobre fondos claros (como una pared blanca, un cielo azulado, etc). Suelen verse unas veces sí y otras no, y aunque con el paso del tiempo nos damos menos cuenta de ellas, pueden persistir durante largo tiempo.

Además de en la edad avanzada, el DVP es más frecuente entre personas miopes, los operados de cataratas, los que se han sometido a tratamiento láser para "limpiar" la lente intraocular, tras traumatismos, etc.

El DVP como tal no es grave. Su importancia radica en la posibilidad de asociarse a un desgarro retiniano, que puede producirse cuando el vítreo tracciona de la retina en las zonas donde está adherida a ella. La tracción sobre la retina se traduce en visión de pequeños destellos luminosos o fotopsias (similares al flash de una cámara de fotos). Sin embargo, hasta en un 10-15% de los DVP en los que no hay destellos puede coexistir un desgarro. Por ello es importante realizar una minuciosa exploración de fondo de ojo para descartar la presencia de agujeros o desgarros en la retina, y para tratarlos precozmente en el caso de que existan y evitar así la progresión de los mismos a un desprendimiento de retina.

Hoy en día no disponemos de tratamiento. La cirugía no está indicada, y se ha intentado con algunas medicaciones que intentan volver a estabilizar la composición del gel vítreo, sin resultados claros.