Los habituales de este rotativo saben que lo normal es que quien firma este artículo escriba habitualmente sobre tecnología. Y más de uno se preguntará el motivo de que ahora mismo me encuentre escribiendo en un suplemento de motor que, semana tras semana, deleita a los aficionados a las dos y las cuatro ruedas. Pues bien, el motivo no es otro que un reto. Un reto automovilístico y ecológico a partes iguales. Y relacionado con la tecnología. Por supuesto.

El coche eléctrico es a día de hoy uno de los vehículos que más preguntas suscitan. Y lo relacionado con la autonomía y su viabilidad en un uso real del día a día es sin duda la madre de todas las incógnitas. Así que nos dijimos: ¿por qué no intentamos averiguar si se puede realizar un largo viaje con un coche eléctrico? ¿Son suficientes 2.000 kilómetros para acabar con la creencia de que con un eléctrico no se pueden realizar largos recorridos?

Tras contactar con varios fabricantes, fue Nissan quien aceptó nuestro particular reto. Y nos echamos a la carretera con un coche que es pura tecnología, confort y silencio: el Nissan Leaf de 30 kWh.

El plan era sencillo. Partiendo de Madrid, cruzar toda la parte norte peninsular hasta Gijón para luego virar al este en dirección al País Vasco, cruzando Asturias y Cantabria. Desde ahí, visitar Pamplona y Logroño para luego bajar de vuelta a Madrid pasando por Soria y Guadalajara sería coser y cantar.

Añadiendo las diferentes excursiones y alguna que otra visita a museos, parques infantiles y lugares emblemáticos, los 2.000 kilómetros podrían llegar a ser incluso pocos. Así que emulando al Capitán Nemo, a bordo de su submarino eléctrico, el Nautilus, empezamos nuestras particulares "500 leguas de viaje eléctrico". Lo sé, nos quedamos lejos de las 20.000 leguas que tan magistralmente escribió Julio Verne, pero nosotros teníamos muchos menos días para nuestro viaje.

Día 1: hacia palencia

Tras salir de Madrid, el plan del primer día era llegar a Reinoso de Cerrato, una acogedora población palentina en plena meseta castellana que destaca por no tener nada destacable. Eso sí, su absoluta quietud es perfecta para el reposo. El pueblo, situado a 230 kilómetros de Madrid, quedaba fuera del alcance del Nissan Leaf de 30 kWh que conducíamos, pero por muy poco. No cabe duda de que si hubiéramos jugado con el modo de conducción ´B´ del Leaf, que es capaz de regenerar una gran cantidad de energía en las frenadas y pendientes, y siguiendo la ruta ´eco´ del navegador del coche, habríamos llegado sin problemas.

Pero la intención de nuestro experimento era realizar una conducción como con un coche tradicional, así que nada de ´trucos´ para aumentar la autonomía. La aventura es la aventura...

Había pues que realizar una parada intermedia. De los numerosos cargadores que íbamos a encontrar en el camino -una veintena- decidimos parar a unos cien kilómetros de la salida, en el cargador Ibil del centro comercial Eroski que se encuentra en las afueras de Segovia. Y ahí empezaron los problemas.

Activar la tarjeta de recarga necesaria para usar los cargadores de esta compañía fue todo un quebradero de cabeza. Tras casi una hora de llamadas, emails y fallidos intentos conseguimos activarla. Y poner a cargar el coche. Con un pero.

Aunque parezca mentira, el ´experto´ en tecnología no se dio cuenta de que en el maletero del Nissan Leaf había dos cables de carga: el lento -para enchufes tipo schuko, como los que todos tenemos en casa- y el rápido, de tipo mennekes, capaz de cargar el vehículo en poco tiempo. Al no ver el cable de carga rápida no hubo más remedio que usar el de carga lenta. Y ahí empezó el desastre: el tiempo estimado de carga era de varias horas. Demasiadas. Se mascaba la tragedia. Y sí, las ´500 leguas de viaje eléctrico´ empezaron con un servidor pasando la noche durmiendo en el Nissan Leaf.

Habría llegado sin problemas, del tirón, hasta Palencia, usando el modo de conducción ´eco´ y el sistema de regeneración de energía ´B´ -una tecnología que se usa en la Fórmula 1-. Habría conducido durante unas horas y habría llegado a ese remanso de paz llamado Reinoso de Cerrato. En su lugar, decidí conducir de forma poco eficiente y arriesgarme a dormir en el coche. Bueno, al menos hice el test de comodidad de los asientos a conciencia.